Me permito a mí mismo sacar de un proyecto de libro en pleno proceso de escritura, parte de un capítulo sobre la identidad del “ser chilenos”. Deteniéndome en el corte vertical de nuestra bandera, acercándome para ver un poco más de nuestras vestiduras, me encontré con sintonías que llamo síntomas de nuestra identidad. Aquí van algunos:
1. “La aserción como sinónimo de agresividad”. Que difícil es aceptar en el otro la afirmación. Nos sentimos tan agredidos cuando alguien afirma. Necesitamos que todo sea “ito”, que nadie se vaya a creer mucho lo que dice. La convicción es un mal de los inseguros, dicen algunos que indican con el dedo.
2. “El temor a usar el Yo, la primera persona”. La necesidad de pertenecer a un colectivo, cualquiera que sea. El temor al abandono y a la soledad nos petrifica sicológicamente. Huimos de nosotros mismos y nos escondemos con los otros. El lado negativo de una institucionalidad nacional que permite perpetuar el poder de las jerarquías.
3. “Ser el mejor como sinónimo de pedante”. Creérsela no es admirable, es la manera de sentirse culpable, es abofetear al otro con nuestro Ser. Nuestra confianza emocional implica una culpa. Una mirada judeo-cristiana que nos hace recapacitar sobre cuánto agradeceríamos algunas gotas culturales anglosajonas protestantes.
4. “Agradecer al terrateniente que nos permite trabajar”. Está tan difundido en nuestras redes de trabajo agradecer porque el otro nos lo da, como si cada uno de nosotros no lo mereciéramos. Nuestro agradecimiento a veces nos hace renunciar a una mejor paga, a hacer las cosas en sus tiempos. Un poco de confianza que lo merecemos sería bueno para poder caminar con el otro a su lado y no atrás ni adelante.
5. “Reflexionar como una manera de perder el tiempo”. Conversemos en superficie, no se nos vaya a ocurrir abrir referentes, citar mucho, dar ejemplos. Una palabra tan chilena y tan frecuentemente usada como el “latero” en su conjugación calificativa. Cuánto nos cuesta recorrer los caminos con los otros, gozar de los otros. Finalmente, aprender de manera horizontal.
6. “La solidaridad en la desgracia del otro”. Las teletones y otras, nos han quitado la conciencia de nuestra solidaridad espontánea, de estar con el otro cuando está haciendo cosas, avanzando en su vida. Hacer fuerza, generar sinergia, agradecernos en el hacer como grupo. Sólo aparecemos en la desgracia. Es más fácil ayudar cuando sentimos que el otro está abandonado, el ego encubierto en esta “solidaridad a la chilensis”.
7. “La diferencia no es lo mismo que la diversidad”. Aplicar las diferencias nos permite constantemente distanciarnos de los otros. Un lenguaje de oposición y con ello de exclusión. Algo que sirve a los modelos de competitividad, pero tan lejanos a lo humano. Somos diversos, es decir no nos oponemos a nadie, cohabitamos en su sentido amplio de ecología.
Si queremos seguir, habrá que terminar el proyecto libro desde donde estos síntomas se extrajeron. Lo interesante es que si nos acercamos un poco más a la ranura de nuestra bandera veremos que es algo más que un símbolo de una identidad en catástrofe, es una oportunidad individual. Aprovechémosla antes que la tierra se acomode y la estabilidad nos vuelva a sumergir.
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