Neurodiversa, mamá, activista

«En Chile:

Se somete a concurso el tener una ayuda técnica.
Se rebajan impuestos con las personas en situación de discapacidad para perpetuar la imagen de objeto de lástima.
Se esterilizan niñas, adolescentes y adultas sólo con diagnóstico médico sin evaluar otras variantes. 
Se avala el menor pago de sueldo por día trabajado a personas con discapacidad mental (Ley 18600).
Los trabajadores del estado no hablan lengua de señas.
No se sabe la diferencia entre un bastón amarillo y uno rojo usado por una persona con discapacidad sensorial/visual.
Sólo un 8% de la población con discapacidad tiene atención médica integral.
Se segrega al alumnado por situación de discapacidad.
Una persona diverso funcional auditiva debe tener curador sólo por usar lengua de señas.
Se ofende y trata de forma peyorativa a una persona con discapacidad mental severa en el código civil.
Los curadores de bienes de las personas con discapacidad no pagan impuestos y menos rinden cuentas de los bienes a la nación, permitiéndose bajo su figura actos delictuales.
Más de la mitad de las personas en situación de discapacidad no termina enseñanza media.
Un 70% de personas en situación de discapacidad que pueden trabajar, no tiene empleo alguno»

Este encabezado apareció hace un tiempo en una página que está en contra del show formado en cadena nacional, llamado Teletón. Estas denuncias son gravísimas, pero pasan desapercibidas todo el año.

Chile no está acostumbrado a que antes de vivir en situación de discapacidad, también eres un ser humano, una persona. Menos se educa para que efectivamente «seamos todos».

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Para mí al menos, queda luchar contra la corriente. Lo hago todos los días, sin importar si trabajo trapeando pisos, empaquetando pescados o vendiendo ambulante.

Nuestro sistema educativo está hecho para formar analfabetos funcionales, y los que no pueden ser formados así se les deja en «escuelas especiales» -que para mí en lo personal, siendo asperger-bipolar 2 y todo- que no es más que un eufemismo de segregación forzada, para no integrarnos a la sociedad; y si lo hacen, es de una perspectiva de objeto de lástima.

Nuestro sistema laboral es peor. Ni siquiera tenemos jefaturas formadas para poder dar una orden como corresponde a empleados en situación de discapacidad, y esto lo he vivido.

Nuestra sociedad se escandaliza si optas por tener pareja e hijos. ¿Es que acaso no tengo derecho a sentir placer y tener una vida sexual plena igual que cualquiera?

Nuestro sistema jurídico opta por que un padre o madre en situación de discapacidad no tenga la custodia de su hij@, y te trata casi al mismo nivel de un menor de edad.

Sin trabajo, sin poder tener tus hijos, sin una buena educación, sin un sistema de salud que no te obligue a mendigar, sin un sistema de protección social decente, ¿Por qué tengo que celebrar en mi situación?

Estas preguntas en forma parcial o completa las hacemos más de 2.600.000 personas con discapacidad en Chile.

Para mí al menos, queda luchar contra la corriente. Lo hago todos los días, sin importar si trabajo trapeando pisos, empaquetando pescados o vendiendo ambulante.

Para 2.600.000 nos queda luchar desde la escuela, el psiquiátrico, el trabajo precario, el hogar protegido, la familia, los centros de rehabilitación caritativos.

Pero quiero ir mas allá. Sueño ir mas allá, sueño con vivir decentemente en la sociedad donde vivo y reflexiono una vez más con lo expuesto por Len Bartón: “La discapacidad no es el problema de individuos que no son capaces de adaptarse al desarrollo de la sociedad moderna, sino, por el contrario, demuestra el fracaso de una determinada sociedad que no se ajusta a las necesidades y requerimientos de sus ciudadanos»

Sigamos luchando todos los días por ser quienes somos.