En estos días, las encuestas parecen predecir poco, el fenómeno Trump en EEUU y los recientes resultados municipales en nuestro país así lo están indicando. Algo en los números no se deja ver, un celoso misterio esconden los porcentajes, la caja no cuadra por ningún lado, un frágil chasis sostiene con dificultad forzadas conclusiones. Representatividades aleatorias que ahora no se reflejan en ese espléndido espejo metodológico. ¿Es que acaso la incertidumbre es más líquida ahora?
Algo en las subjetividades permanece oculto a la batería probada de preguntas, escalas y alternativas. Los fraseos trabajados con esmero no descubren respuestas certeras en esa esquiva y volátil opinión de los entrevistados. El voto voluntario traía consigo algo más que el riesgo de urnas vacías, también fundó un nuevo método predictivo: mejor esperemos que las cosas ocurran. A estas alturas, el margen de error está nominado a mejor ficción del año.El voto voluntario traía consigo algo más que el riesgo de urnas vacías, también fundó un nuevo método predictivo: mejor esperemos que las cosas ocurran. A estas alturas, el margen de error está nominado a mejor ficción del año.
La política lo vive como un tormento. Ni los más pesimistas pronósticos advirtieron ese dramático 35%. Parece una espada clavada en toda nuestra herencia republicana que harto ha costado levantar después de la dictadura. Instituciones sensiblemente desprestigiadas y nuevos abismos democráticos que abren poderosas interrogantes acerca del futuro. Hemos escuchado conjeturas de todo tipo: desde la pereza para desplazarse aquel domingo de las votaciones hasta el fin de algún paradigma moribundo. Recesión democrática advierten algunos, democracias estancadas argumentan otros. Lo cierto es que los ciudadanos no se dejan espiar, como si se tratara de una estrategia deliberada.
Entonces, qué hacemos, cómo podemos predecir aquella voz inasible y sinuosa que permanece latente en ese imperio cerrado de los electores. Quizás debamos regresar a algo más simple, menos numérico y más cualitativo: las conversaciones que nacen espontáneamente o aquellas inducidas en grupos focales. Allí pueden asomarse con más valor simbólico y menos densidad estadística los sentidos comunes que habitan en la vida cotidiana de las personas. Aprender a navegar más en el habla que en los discursos, descubrir fragmentos en vez de coherencias y explorar la superficie de las palabras más que las pesadas profundidades de los argumentos.
Definitivamente, nos falta conversar más y medir menos. Ingresar a los hogares más que a influyentes seminarios, sentarnos en una plaza pública más que en una cómoda butaca. Agrandar las orejas y disminuir el narcisismo técnico de explicaciones impecablemente desorientadas. Armar una pauta exploratoria más que un estilizado cuestionario. Atrevernos a sucumbir, mientras intentamos avanzar en un camino que no conocemos y donde la señalética nos indica un nuevo misterio aún más extraordinario. Vaya qué momento, para esa voluntad interpretativa de tantas disciplinas que intentan descifrar el comportamiento humano.
Pero bueno, hasta aquí llego con la nomenclatura sociológica, no los lateo más, hasta yo no lo soporto. Lo cierto es que requerimos bucear en los significados plurales de un país más atrevido que está empujando el cerco de lo posible, invadido por un escepticismo “extrañamente pasivo” porque sabe perfectamente el mensaje que está enviando. Un email urgente y masivo con destinatario conocido pero con ninguna frase adentro, una exclamación profunda que sacude al país sin ocupar ninguna palabra.
¿Cuántas claves permanecen en ese 65% de chilenos que pudiendo votar no lo hicieron en las recientes elecciones municipales? ¿Cuál es el porcentaje mínimo de participación electoral que puede resistir una democracia que quiere expandirse? Hay tantos signos en el aire como diría Octavio Paz y tantas certezas apagadas como celebraría Emil Ciorán. Lo cierto, es que las encuestas están prediciendo poco y es imperioso regresar a la geografía irregular de las palabras, a esa abundancia de sentidos que suelen aparecer más en una conversación que en una entrevista individual cara a cara. Quizás y después de todo, al hacerse más imprevisibles, los electores han encontrado una nueva forma de poder.
Comentarios
21 de noviembre
No estoy de acuerdo con este autor. Entiendo que los focus groups tienen un margen de error astronómico comparado a un estudio de campo. No me tinca para nada como solución.
Las encuestas han demostrado ser muy precisas para determinar las tendencias políticas y por eso las elecciones se predecían con gran exactitud cuando había voto obligado. Eso lo hacen bien. Lo que hacen mal es determinar la asistencia a las urnas, no están muy bien hechas para detectar quienes realmente votarán y quienes no lo harán. Los investigadores mas duchos saben trucos para determinar mejor esas cosas. Yo creo que irán afinando.
Pero insisto que la alta abstención no es un problema mayor, es normal cuando hay voto voluntario. Lo que pasa es que los que pierden las elecciones tienen la excusa perfecta con el cuento de la abstención.
Saludos
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22 de noviembre
Estimado José Luis, gracias por comentar el artículo. Respecto de las encuestas electorales, yo estimo que están frente a un escenario más difícil de predecir, por eso no pueden ser tan concluyentes. Respecto de los grupos focales, ésta metodología no intentan ser representativa, solo se propone profundizar en percepciones y opiniones en determinados grupos sociales. Creo que es necesario conocer más lo que están pensando y sintiendo las personas en sus espacios significativos de vida. La alta abstención seguirá siendo un tema de discusión más allá de quién pierda o gane con las elecciones. Saludos!
24 de noviembre
De nada esto es intersantisimo.
Entonces no estoy equivocado: los grupos focales sirven para determinar tendencias o conocer otras ideas sobre el tema en cuestión, pero no para predecir con mas exactitud los resultados, en esto último ganan lejos las encuestas a pesar de su natural desbarajuste por el nuevo escenario con voto voluntario. Yo creo que con el tiempo irán ajustando la puntería para adaptarse a la realidad actual.
Una encuesta donde el grupo de muestra para predecir un universo es el mismo universo ya no se llama encuesta, se llama censo. Una elección no es otra cosa que un censo poblacional, obviamente una encuesta está destinada a predecir con mucha mas exactitud siempre que se haga bien.
El quinto poder podría ser un focus group para conocer o difundir ideas políticas pero no sirve para predecir mejor el resultado de las elecciones.
Saludos