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Los estudiantes organizados y las aguas de Chile

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En Chile, único país del mundo en que sucede, las aguas se transan ante el dios-mercado. En principio, igual que con las Universidades y la prohibición del lucro, la ley en Chile dice que las aguas son “un bien nacional del uso público”. Inmediatamente esa ley agrega, cara de palo y sin empacho, que el Estado puede concesionarlas gratis a privados y a perpetuidad -nada menos que a las transnacionales, gratis y para siempre. En esa condición, las aguas convertidas en patrimonio de privados, pueden ser vendidas y arrendadas, y el lucro se adueña ahora también de este lado de la vida.

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Ante todo, una nota en un modo filosófico: el título desconferencia. En la filosofía contemporánea, después del nombre de J. Derrida, el prefijo des –o, mejor: “de”, de de/construcción-, ha ocupado uno de los lugares referenciales y constantes del pensamiento. Para Derrida la deconstrucción implica una suerte de limitación infinita pero indeterminada de los discursos para decir lo real, una humildad decisiva de lo humano, de Occidente, ante las potencias de dominación que ha creído poseer o controlar de variadas maneras por miles de años. En primer lugar, cierta fe en el discurso lógico y en el progreso de la razón. Deconstrucción, a mi juicio, no dice que el orden se desordena ni que el desorden se ordena, sino cierta enigmática dificultad para comenzar definiendo orden o desorden.

Una segunda nota filosófica, aproximándonos a las aguas. No se usa en Chile que los filósofos nos ocupemos de los asuntos comunitarios cotidianos que afectan nuestras existencias. Hasta el final del pregrado hay estudiantes de filosofía activos en la vida de la comunidad política, la polis; en el posgrado ya son escasos. Entre los académicos, muy pocos.

Los filósofos vamos poco a poco volviéndonos gente ocupada en nuestras carreras académicas, nuestras pasantías en el extranjero, nuestras jornadas completas en alguna universidad. Y, sobre todo, vamos como sumergiéndonos en ese típico discurso “en difícil”.

De manera que los que primero me miran de reojo son los colegas: ¿qué hará este filósofo dedicándose al activismo ambiental y en los asuntos del agua?

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Las aguas por una elección que casi es un irresistible, no una elección. Algo que sucede a la piel y al corazón en vínculos con este elemento vivo. Agua, humedad, barro, lluvia: estas son palabras que son experiencias con las aguas y más bien rurales. En las urbes y metrópolis, agua dice agua de la llave, el lavamanos, la ducha.

En el campo, agua es huerta, estero, pozo, canal. También es artesanía. En las ciudades es sistema, mecánica, un producto industrial y objeto de consumo, y airados reclamos cuando de pronto no sale de la llave –parece que no fuera necesario saber de dónde viene y cómo viene esa agua hasta las casas y departamentos-.

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¿Por qué los estudiantes, sus organizaciones y las aguas hoy? Quizás ante todo porque estas aguas urbanas y esas aguas rurales van entrando al siglo XXI en un escenario de nueva conflictividad e incertidumbres. Se está generando una especie de desajuste entre seres humanos y el agua de la naturaleza, que vivimos como carencia de agua.

Falta agua porque está cambiando el clima. Un dato ejemplar es la disminución del volumen de los glaciares por todo el planeta. La sociedad industrial ha generado alteraciones ecológicas globales –de las cuales no se escapa el Everest en Nepal ni los campos de hielo sur en Chile. El planeta completo y hasta el último rincón ha recibido el impacto. Muchos de nosotros luchamos por conservar menos contaminadas ciertas regiones; por proteger ciertos paisajes cuya belleza y emociones nos conectan con algo que nada tiene que ver con dinero o relaciones económicas. Mientras, la lógica de la producción y el consumo en lugar de disminuir, siguen multiplicándose como codicia.

También hay carencia porque esa misma mezcla de lógica y codicia, del cálculo de rentabilidad, informa los proyectos actuales del capitalismo globalizado –y sus agentes nacionales bien conocidos-, que usa, explota y usurpa las aguas, entre otros elementos, sin límites, y con la finalidad de sostener la ideología del crecimiento como única medida del bienestar y la buena vida humana. El ejemplo global más paradojal y dramático de esta situación, hoy, son las políticas del PC chino.

Desajuste e incertidumbre, carencia de aguas y sobreexplotación de la naturaleza, esta es una posible descripción del mundo al cual se incorporan como adultos los estudiantes. Los que ya son adultos o bien han desarrollado intereses por los cuales prefieren quedarse callados ante lo que ocurre, o se han cansado de desear alternativas y se han derrotado a los mall. En este panorama, invito a los estudiantes a prepararse para las frustraciones –pero, entonces, para aprender a persistir y a aprender de verdad a tener ideales fuertes, convicciones de vida, no panfletos y frases hechas acerca de las cosas.

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Lo experimentamos tod@s: en la educación son ellos, en las universidades, burlándose en nuestras caras y en las de nuestros padres lucrando a manos llenas, y riéndose de una ley que cuando nos toca a nosotros nos castiga apenas nos atrasamos un día en la cuota de la tarjeta.

Es la institucionalidad neoliberal que acosa a las universidades del Estado y las arrincona obligándolas a comportarse igual que las privadas, por ejemplo, en el cobro de aranceles.

Idéntica lógica sucede con el agua. En Chile, único país del mundo en que sucede, las aguas se transan ante el dios-mercado. En principio, igual que con las Universidades y la prohibición del lucro, la ley en Chile dice que las aguas son “un bien nacional del uso público”. Inmediatamente esa ley agrega, cara de palo y sin empacho, que el Estado puede concesionarlas gratis a privados y a perpetuidad -nada menos que a las transnacionales, gratis y para siempre. En esa condición, las aguas convertidas en patrimonio de privados, pueden ser vendidas y arrendadas, y el lucro se adueña ahora también de este lado de la vida.

Por muchos lados están comenzando las guerras del agua. Las guerras por el petróleo del siglo XX están siendo sustituidas por las del agua en el XXI. En Chile se experimentan más directamente en los campos. En Petorca-La Ligua esta guerra ya lleva años focalizada, con bandos definidos y liderazgos. Rodrigo Mundaca puede hablarles mejor de eso. De esta guerra pueden contarles las comunidades de las quebradas del río Loa, y, cómo no, las de la cuenca del río Huasco –comenzando por los diaguitas que viven al lado de Pascua Lama, pasando por los de Freirina que tenían menos agua que los chanchos de exportación, y llegando al mar en la bahía –donde hoy ya nada se puede pescar porque todo, peces y mariscos están contaminados con metales pesados.

En ciudades grandes el agua aparenta la normalidad de las llaves que se giran y ¡listo! Pero esta aparente normalidad esconde situaciones al límite. Así, la amenaza combinada de los proyectos Alto Maipo y Andina 244 genera una destrucción de glaciares que amenaza con alterar la calidad y la cantidad de las aguas que se usan para gran parte de Santiago. Todo el valle de río Aconcagua, desde Los Andes a Valparaíso –también directamente afectado por el 244-, está viviendo en ese límite de la capacidad de captar aguas para los usos que las ciudades y la industrialización quieren utilizar.

Creo que los estudiantes debieran comprometerse con los asuntos de agua no por ninguna cuestión ideológica sino por una cuestión de percepción vital. Las ideologías son aquí secundarias. Basta con sentir y estar allí donde las comunidades y nuestras familias se relacionan con las aguas.

Lo primero hoy día es prepararse para salir mañana sábado en Santiago, a caminar con las 4 columnas de la Marcha Nacional del Agua que confluyen a las 2 de la tarde en el parque Almagro.

Y saliendo de Santiago, a menos de 30 kilómetros, allí donde pasamos veloces por la supercarretera, en Paine, un grupo de pequeñas comunidades de los llamados Comités de Agua Potable Rural han comenzado a vivir la guerra ante el desastroso Luksic y su empresa CCU. Se trata del agua de las napas subterráneas que captan y usan los de Paine en cultivos de subsistencia o a pequeña escala, que la transnacional quiere arrebatar para producir más cervezas y lucro.

De pronto a ustedes estudiantes esta les parecerá una propuesta indecente. Pero creo que, por ejemplo, para apoyar a Paine, bastaría que una buena parte de los estudiantes de Chile no compraran cervezas CCU por dos fines de semana consecutivos, y Luksic dejaría tranquilos a los APR de Paine.

Algo parecido se puede decir para actuar en solidaridad con la gente del pueblo de Caimanes, al interior de Los Vilos –a quienes Luksic, para ahorrarse dinero, les ha instalado un tranque de depósito de relaves mineros tan peligroso que en estos mismos días la Corte Suprema debe juzgar si el tranque debe detenerse.

¿Sería tan difícil dos fines de semana de abstinencia de las chelas de la CCU? Yo creo que no. Además podemos tomar de otra marca. En cualquier caso, vean con qué acción simple y rotunda se puede desequilibrar el poder de una transnacional.

Porque este mensaje es optimista: cada vez que los pueblos se levantan, tiemblan y huyen los usurpadores de los pueblos y la naturaleza. Los estudiantes son un pueblo con millones de miembros descentralizados, y presentes en cada rincón de la patria.

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Pero en las guerras del agua –en los pequeños y grandes conflictos-, es como si todo consistiera en una lucha entre grupos sociales y humanos. Son los pueblos contra la institucionalidad capitalista de facto globalizada. Son las comunidades y sus usos tradicionales contra el uso industrial, minero, hidroeléctrico y agroexportador de las aguas. Es el agua para beber, lavarse, cocinar, cultivar, para que crezca el pasto para los animales, contra el agua de los proyectos extractivos gigantescos. Sin por un segundo dejar de estar a favor de las comunidades y contra los proyectos extractivos, nos preguntamos: y, ¿qué lugar dejamos a la naturaleza?

Los pueblos no industriales, no occidentales y no modernos –en Chile, aymarás, diaguitas, mapuches, alacalufes y otros-, siempre han vivido con la experiencia que en la naturaleza y para ella misma, antes de cualquier vínculo con lo humano, hay algo trascendente de los intereses y voluntades humanas.

Hoy en los discursos pareciera que todo se resume en saber quién va finalmente a dominar sobre la naturaleza, qué grupos van a controlarla no como naturaleza sino como “recursos naturales”. Es decir, quiénes finalmente se quedaran con el botín economicista de la naturaleza.

Se trata de impedir que se construya Andina 244 como un Chuquicamata encima de Santiago. Se trata simplemente de hacer cumplir la ley –incluso de una ley mala-, en el valle de Petorca-, y se impida a los usurpadores de agua seguir haciéndolo. Se trata de bloquear la llegada de la CCU a Paine –de impedir que las hidroeléctricas destruyan el maravilloso color de las aguas del río Puelo, ahora que Hidroaysén trastabillea.

En resumen, esta pregunta: ¿se trata solamente de cambiar el código de aguas, las reglas con que funciona la DGA, la estructura económica para anular la dominación de las transnacionales? ¿O se trata, además de todo lo anterior, de pensar otra cultura, otro modo de vida, donde simplemente el agua no solamente valga más que el oro, sino que agua y oro no sean comparables: del agua toda viva vive, del dinero finalmente solo se muere?

* Exposición ante el Primer Congreso del Agua,  FECH, 25 de Abril 2014

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