Dentro del acontecer noticioso, tristemente me he encontrado con el «arresto ciudadano» a un presunto delincuente (ya que aún no se ha encontrado evidencia o algo que lo sindique como tal) en pleno centro de Santiago.
Una vez reducido, este joven de 16 años, sin antecedentes penales ni causas pendientes, fue desnudado, atado junto a un poste de luminaria y sometido al escarnio público.
En tiempos donde el hombre ha dominado las ciencias, y avanzado como nunca lo hizo antes, a menudo miramos el pasado con un dejo de desprecio por aquello que nos parece un acto retrógrado, más en tiempos de gran desarrollo científico (y puede que humano) ¿han terminado los saltos desde la post modernidad a estados inferiores de barbarie?Guste o no, la gente que tanto repudia una edad mal catalogada de «oscura», al parecer no se ha percatado que se transforma en reiteradas ocasiones, en lo que tanto critica y atribuye al pasado histórico.
Esto, a propósito de la sorna que provoca en cualquier integrante de nuestra sociedad la «primitiva edad media», en donde llenos de superstición, fue una «época perdida» por su incapacidad de separar sus creencias con la justicia.
Aún cuando no comparto dicha visión sesgada y mal comprendida, curioso me parece que aquello que se aborrece del pasado, se repite con la óptica del presente. La denostación al presunto delincuente, vino a ser un triste espectáculo público, en que muchos confundieron justicia con venganza.
Así como los Inquisidores creían que lanzar a la hoguera era bueno para la fe, hombres y mujeres, ridiculizaron y denostaron a un ser humano. Los comentarios en internet, abogan por que «eso se merece por robar». Aún no se precisa si efectivamente este joven robó o no, siendo las tesis existentes que habría entrado robar a una tienda y otros que habría asaltado a un anciano.
Guste o no, la gente que tanto repudia una edad mal catalogada de «oscura», al parecer no se ha percatado que se transforma en reiteradas ocasiones, en lo que tanto critica y atribuye al pasado histórico.
En una sociedad hastiada por el transantiago , los bombazos, por la iniquidad en sueldos, por la desigualdad, por la falta de ética de nuestros honorables que aceptan un desvergonzado reajuste, se han buscado chivos expiatorios, para liberar todo el odio y la ira, en sujetos que cometan el primer error.
¿Se tratará de un hedonismo posmoderno en que no se priva del goce, de descargar el cúmulo de enojo provocado por injusticias en el primer desdichado o infeliz que sea hallado? [Aclaro que «desdichado» e «infeliz» no son en sentido peyorativo, sino en lo penoso de pasar por una situación de humillación colectiva]. ¿Será que la noción de justicia, se perderá entre los deseos de venganza y «todo lo sólido se desvanece en el aire», como diría Marx?
Aún cuando son siglos de diferencias los que nos separan de la «Edad Media», la falta se agrava, en una sociedad que se jacta de sus avances y de proclamar la igualdad de derechos, cuando a los delincuentes se les agrede y se les considera como una «sub especie», que «no cambiará», «es así» y «que ojalá se mueran y los golpes se repitan». (Alguna de las «hermosas» frases que se leen en pleno siglo XXI).
Mientras las demandas por educación de calidad siguen haciendo eco y se puntualiza en que no hay mayor injusticia que la desigualdad en las oportunidades, pareciera que se activa nuestra doble opinión social, cuando legitimamos dichas iniquidades y negamos a otros siquiera, la posibilidad de rehabilitación, ya que tratados como lacra social, muchos justifican una especie de determinismo social que les impediría cambiar.
¿Será que hemos perdido la empatía y perdido la fe en la humanidad? ¿acaso será que el hombre se aparta de la verdad y el bien cuando las pasiones le arrastran y extravían? (tanto al que delinque, como a quien humilla)
Ya lo decía Rousseau «La fuerza es una potencia física; yo no qué moralidad pueda resultar de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad. […] Pues si la fuerza constituye el derecho, como el efecto cambia con la causa, toda fuerza superior a la primera modificará el derecho. […] Puesto que ningún hombre tiene autoridad natural sobre su semejante».
Así, hemos reemplazado las hogueras por el linchamiento público.
Es legítimo, retener e impedir un delito. Eso es justicia. Detener, desnudar, fotografiar y humillar, es venganza.
Bibliografía
1. Balmes, J., «El criterio». Ed. Ramón Sopena, Barcelona, 1976.
2. Rousseau, J. J., «El contrato social». Ed, Sarpe, Madrid, 1983.
3. Roa, Armando., «Modernidad y Posmodernidad». Ed. Andrés Bello, México D.F, 2001.
4. Rojas Donat, L., «Para una meditación de la Edad Media». Ed. UBB, Talcahuano, 2009.
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