Si una pudiera ganarse cien pesos por cada vez que recibe el típico comentario al comenzar una charla, conferencia o clases, pucha que sería millonaria. Quizás las únicas personas que me ganarían serían quienes estudian derecho y deben aguantar hasta el cansancio que les pregunten si estudian para ser chuecos o chuecas.
Pero si tanto les gusta la frase, quizás ya sería hora de comenzar a usarla por quienes trabajamos desde la perspectiva del género. Al final, somos costureros y modistas de nuevas formas de relación entre hombres y mujeres; algo así como actualizar un traje Dior viejo, gastado y vetusto.
Y no es fácil, ya que convencer a la gallá de que las tradiciones son meros estereotipos, y que las asignaciones de roles que cada cultura destina a hombres o a mujeres son variantes, es como tratar de obligar a usar una falda en tonos pastel en una temporada en que sólo se usa color tierra.
Porque, para ser sinceras, a mi me tiene bien casada la tiranía de la moda europea, y por cierto, la de la cultura hegemónica.
¿Quién dijo que era natural que a los niños se les educara a ser activos y a las niñas a estar ordenaditas en sus bancos del colegio? ¿quién estipuló que al crecer ese niño debería se fuerte y no llorar por que no quedó en tal o cual trabajo? y ¿quién determinó que la ordenadita se convertiría necesariamente en madre, como el sueño más preciado de toda mujer, y bordaría en rosa durante la dulce espera? Puras construcciones culturales, impuestas por un sistema que se beneficia de este “buen orden de las cosas”.
El problema es que estas asignaciones no traen necesariamente consigo el buen vivir ni el buen vestir; éstas repercuten en que las mujeres que nos desenvolvemos en el ámbito laboral, incluso en países modernos, ganemos alrededor de 20 % menos que los hombres por igual función (aunque hay casos como en Chile que llegamos preciosamente al 35% de diferencia); que además estemos subrepresentadas en los espacios del poder político, en nuestra región no alcanzamos ni el 25% en términos de participación; o que estemos cansadas, agobiadas, lateadas, por dobles o triples jornadas. Algo así como que el vestidito de blondas en que nos encajaron a la fuerza nos está quedando chico.
El rollo es que para los hombres, tampoco es que esté bien cortado el traje, como que les queda incomodo hoy en día. Los constantes cambios de las mujeres los han colocado en un sitial para el que no fueron educados, como si a Givenchy le pidieran que diseñara para una tienda mayorista. Ellos, que debían ser machos recios, fuertes y peludos, se emocionan hasta con el comercial del jabón, ya no tienen princesa a la que salvar, ni es necesario que cual cromañon, traigan el mastodonte a la mesa.
Quizás ya es tiempo de comprender que necesitamos un nuevo guardarropa, que debemos tomar huincha de medir, tijeras, tizas y sentarnos a diseñar en igualdad y equidad…pero, por favor los padrones de moda, esos que usaron para el corte y confección de los antiguos ropajes, dejémoslos en el bote de la basura.
* Columna publicada en la Revista La Palanca, Diario El Ciudadano
Comentarios
28 de septiembre
Todos los paradigmas hay que cuestionarlos, caminar sin detenerse a pensar es rígido y entrampa las dinámicas internas e interpersonales. Los estereotipos, lo que nos han dicho, lo correcto, todo tiene que ser cuestionado. De lo contrario somos objetos y no sujetos de esta vida.
leslie Power
Psicóloga Clínica
http://www.esapciocrianza.cl
@powerlesliecl
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