Ayer, mientras leía los datos de la encuesta CEP de noviembre-diciembre 2011, entrevistaba a una de las usuarias de la Agencia de Intermediación laboral en la que trabajo desde octubre en Puente Alto. Mujer de 40 años, con enseñanza media completa que buscaba un trabajo que superara el sueldo que tenía ahora: 182.000 líquidos y por el cual trabaja de lunes a sábado. Lo único bueno de su trabajo es que tiene turnos fijos, pero evidentemente lo que gana no le alcanza para vivir.
Los trabajos a los que optan los quintiles más bajos tienen un techo muy claro y gracias a la caridad de nuestros legisladores un piso relativamente definido. Y digo relativamente porque el sueldo mínimo puede ser líquido o bruto, según la empresa. (Osea, es legal ganar 150.000 líquidos)
Y los datos entregados por la CEP de ayer dijeron:
– Un 65% de las personas de ingresos económicos bajos desaprueba la forma en que el gobierno de Piñera está manejando la economía.
– Un 66% de las personas con ingresos bajos desaprueban la forma en cómo Sebastián Piñera está conduciendo el gobierno.
La desaprobación presidencial no sólo se concentra en los sectores bajos, sino también en los sectores medios, los cuales, según la encuesta, equivalen al 94% de la muestra. Sólo en los sectores altos (6%) la apreciación resulta positiva.
¿Incidirá en esta encuesta, me pregunto, la insatisfacción mayoritaria de los chilenos con la realidad económica que viven a diario? ¿Con los sueldos y las opciones reales de acceder a una mejor calidad de vida? ¿Tendrá algo que ver con que seamos el país más desigual de la OCDE? ¿O que seis de cada diez chilenos tengan menos ingresos que los angoleños?
A pesar de que esta encuesta tiene a muchos con fuertes dolores de cabeza o pegándose cabezazos en el muro de los lamentos, encierra un diamante maravilloso. Un diamante del cual tuvimos muestras concretas este año.
Preocupación y estancamiento
Uno de los datos novedosos de esta encuesta es el nivel de preocupación que existe en el país: un 48% está muy preocupado, un 43% enojado y un 38% indignado (y ojo que estas sensaciones son las que lideran a otras como: orgulloso, asustado y esperanzado). Si estos datos uno los cruza con los bajísimos niveles de aprobación institucional que obtuvieron en esta muestra el gobierno, los partidos, el congreso, las FF.AA., la iglesia, el poder judicial, los medios de comunicación, estamos frente a un altísimo porcentaje de la población que se siente ignorada, no representada y presa por un grupo minoritario de personas que son los beneficiaros directos de este sistema y que además son quienes mantienen las reglas del juego y no las quieren cambiar.
El 55% de la muestra cree que este país está estancado, dato que se asemeja a los obtenidos por Frei en medio de la crisis asiática. Y para más leña, ante la pregunta de si la situación mejorará, empeorará o se mantendrá igual, un 58% dice que la situación no cambiará. A pesar de que la opinión apoye el movimiento estudiantil, apoye las marchas, apoye que se cambie el sistema binominal, la realidad majaderamente pareciera ser definida y para peor perpetuada por una minoría.
Representación política
Este sistema descansa fundamentalmente en los partidos políticos. Ya sabemos que Jaime Guzmán, al definir las directrices constitucionales en medio de una dictadura, creyó pertinente darle a Chile una seguridad institucional forzada en dos alianzas. Y a la luz de esta encuesta, un 7% aprueba los partidos políticos, mientras que un 60% no se siente identificado ni representado por ningún partido político.
Pero… ¿cuál es la buena noticia?
Una de las preguntas incluidas en este muestreo aborda el sentimiento de la persona frente a lo que está ocurriendo en el país. A pesar del triste y crítico escenario político e institucional que atraviesa Chile, un 59% no tiene miedo de estar frente a una crisis institucional como la que se produjo en el pasado, y aquí clarifico que yo entiendo como "pasado” el Golpe Militar del año 1973.
Un 34% tiene miedo. Pero el 59% no. Y sé por qué ese dato me hace feliz: porque por muchos años post 1990 el miedo a perder la democracia fue lo que sustentó a mi juicio todos los gobiernos de la concertación. Y lo único bueno del gobierno de derecha vendría siendo la pérdida del miedo a manifestarse y a volver a creer socialmente que es posible cambiar la realidad que vivimos.
La masividad que presenciamos con hidroaysén, con el gas de Magallanes, con los pingüinos de Punta de Choros y fundamentalmente por el derecho a una educación pública y gratuita de calidad es una prueba de ello.
Sé muy bien que no está en mis manos mejorar los sueldos de las personas que buscan un empleo; lo más que podré hacer es darle a esa mujer de 40 años el mejor dato que tenga con una empresa que le ofrezca 230.000 líquidos por su jornada laboral. Lo que está en mis manos es creer que esta realidad sí que la podemos cambiar.
* La foto fue sacada del portal www.metiendoruido.com
Comentarios
31 de diciembre
Gran reflexión ésta. Me gusta leer este tipo de análisis
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31 de diciembre
Gracias Marcel. Qué bueno que te pareció interesante. Saludos y feliz 2012!