Cuando noticiones legislativos como la aprobación de la Ley de Pesca o la Ley sobre hipoteca de las concesiones acuícolas saltan al alcance de la opinión pública, no queda otra que sucumbir al espanto y preguntarse de qué clase de representatividad estamos hablando. Lo planteo en base al supuesto criterio de que el pueblo elige a sus gobernantes y legisladores para que éstos lo representen y cuiden de sus intereses a la hora de legislar… de esto se trata la democracia madura de la que tanto se habla en época de elecciones, no?
En fin, el asunto es que a muchos nos quedan profundas dudas cuando intentamos hacer calzar el principio de la representatividad con el de los legítimos intereses ciudadanos, y aquí cabe mi pregunta ¿es que acaso hay ‘conversa’ entre uno y otro? Para mi la respuesta es un rotundo y violento ¡NO!
Entonces, a partir de este mal enfoque en nuestro apartado legislativo ¿que alternativas tenemos? La primera cosa es saber qué cosas debieran preocuparnos.
En 2008, CIPER, medio digital de investigación periodística, asumió una responsabilidad que muchos de los ciudadanos chilensis no podríamos sostener: viajar al congreso en Valparaíso, meterse en los archivos pseudopúblicos del Senado, para mostrarnos al resto de los comunes mortales, cuáles son los patrimonios que nuestros senadores no publican en la Web del Congreso. Si quiere saber más, haga clic aquí mismo.
Es interesante notar que, en muchos casos, se producen contradicciones fundamentales entre las causas que pelean algunos senadores y su patrimonio. Más interesante aún es enterarse de que en casos peores, el patrimonio incide claramente en los proyectos de ley que el Senado aprueba.
Y ahora… ¿quién podrá defendernos? No tenemos muchas alternativas y el problema es que creemos que las soluciones vendrán con la banda presidencial. ¿Por qué no nos hacemos cargo nosotros mismos? El primer paso es interesarse, el segundo, informarse. La madurez cívica va mucho más allá de marcar un voto eligiendo entre opciones obligadas, el buen ciudadano se informa, se organiza y se mueve. Crea instancias de control, fiscaliza a sus gobernantes, les enseña lo que quiere de su región, de su país. Ser un ciudadano activo es ser responsable de la sociedad en que estamos insertos. De otra manera no sirve.
Por mientras, adhiere a esta acción. Mientras más seamos, más posibilidades habrá de que esto sea real.
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