Es innegable, que el Chile nuestro de cada día, transita por un quiebre orgánico entre la ciudadanía y los políticos de antaño —luchadores por la igualdad social, eso dice la Biblia— en donde algunos/as en aquel momento derramaban sus buenas intenciones desde una coalición cromática —la alegría ya viene— por la cohesión social y derechos humanos entre los años de la pseudodemocracia. Sin embargo, con el tiempo se acostumbraron o más bien idearon diferentes tácticas de acoplamiento para su interés personal, ya instalados en el gobierno colorido —arcoíris que brilla bajo el mar—. En tanto, los otros, los innombrables, esos señores iluminados de una pequeña secta llamada «alianza» adoraban y protegían al mayor dictador, ese con tanqueta que ramificaba el mal-dolor.
Es que, se educaron para engendrar poder, utilizando políticas bélicas en desmedro de la clase obrera —relatan los sabios de mí población— las cuales han sido un disfraz para acrecentar el marketing internacional del logo llamado Chile, entonces la fuerza corporativa deposita sus deseos en paraísos fiscales—gran territorio fértil— para ese 10% intocable de un país largo y desigual.
Los iluminados desmembraban su tiempo entre reuniones sombrías con el arcoíris —colores en constante mutación— ideando una transición en pro de sus fastuosas empresas fantasmas, que poco y nada sintonizaban con la realidad de un pueblo vulnerado. Creando una maquinaria pesada de paquetes para acopiar desposeídos bajo algún slogan de aquella agencia publicitaria de Sanhattan.
Es que se educaron para engendrar poder, utilizando políticas bélicas en desmedro de la clase obrera —relatan los sabios de mí población— las cuales han sido un disfraz para acrecentar el marketing internacional del logo llamado Chile, entonces la fuerza corporativa deposita sus deseos en paraísos fiscales —gran territorio fértil— para ese 10% intocable de un país largo y desigual. Así se inaugura la indignación entre largas listas de esperas, censos al mejor postor, transacciones fraudulentas, puentes derramados y todo lo que pueda imaginar Johnny cien pesos.
En tanto, cuando renace la ilusión, la esperanza, nos coartan e intimidan para no seguir luchando. Pero aquel día fue distinto, algo así como rememorar la infancia y esos juegos sin ambición, es que la Beatriz nos trajo sentido de pertenencia, concebimos una declaración desde la honestidad más pura, porque la política germina desde la trincheras más cotidiana, esa que te comprime el alma de sueños, y que muchos han esperado por décadas sentirse cómplice de su propia historia. Entonces sentimos que una presidenta no nace en los castillos, ni acompañada de una de esas tantas familias de elite. Por fin logramos discernir que la felicidad está en cada vocablo que nace de la sinceridad y nos reconstruimos como seres humanos acoplados a una experiencia de vida similar, porque la fuerza de aquel día se estampó en la memoria. Para romper con este camino prolongado y desigual.
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