Incorporar a los discursos democráticos los procesos de cambio sociocultural significa entonces lograr una mayor inclusión de la sociedad en su conjunto. Considerar la diversidad, expandir, garantizar y consagrar derechos son uno de los elementos claves a la hora de discutir qué tipo de Estado democrático queremos construir, porque detrás de esto se encuentra la ciudadanía, la cual debe preguntarse por los desafíos que implican dichas discusiones.
A propósito del discurso de la presidenta Bachelet el pasado 21 de mayo y el revuelo que causó en la sociedad chilena los dichos respecto de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo por tres causales, es necesario volver a poner en el tapete ciertos puntos que hacen posible entender primero por qué es legítimo y necesario éste debate.
Más allá de ahondar en ciertos asuntos valóricos, éticos o filosóficos respecto de la creencia o no de la vida del embrión, feto o más aún del cigoto, cuestiones que ciertamente son válidas, quiero ampliar la reflexión hacía asuntos que tienen que ver más bien con el proceso de construcción democrática y el fortalecimiento de la sociedad civil, ambos temas que apuntan sin duda a la ampliación de derechos en todas sus formas, como lo son en éste caso los derechos sexuales y reproductivos.
Se ha entendido de cierta manera que encontrarse bajo un sistema democrático en Chile en teoría debería considerar ciertos valores republicanos, tales como las libertades individuales, la igualdad, deliberación, fraternidad, laicidad, entre otros, los que eventualmente facilitarían el ejercicio efectivo de los derechos ciudadanos. Sin embargo, hay un cierto número de personas que se han quedado entrampadas en discusiones más bien valóricas o de carácter religioso respecto de considerar incluir en la agenda política ciertos derechos, tal es el caso de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, los que han ido incorporándose en la arena política y avanzando sobre el tema de la legislación sobre aborto terapéutico. Los políticos del ala conservadora de nuestra sociedad y más retrógrados de nuestro país se han encuadrado en visiones tradicionales de entender el problema y no han sido capaces de comprometerse con los verdaderos procesos de cambios socioculturales, como lo ha sido el empoderamiento de las mujeres en las últimas décadas. Pareciera más bien que se han quedado en los viejos discursos y vetan la incorporación de nuevas ideas, lo que no estaría contribuyendo a repensar un Estado verdaderamente democrático e inclusivo.
Se hace imperante, por tanto, que se vuelva la atención a cómo se van construyendo los conceptos y cómo estos otorgan un poder de agencia a los nuevos actores sociales, ya que los conceptos se someten a constantes rearticulaciones y dinamismos según el proceso histórico y político que se está viviendo. En este sentido, entender la noción de ciudadanía y democracia implica incorporar en ellos experiencias del pasado y situaciones del presente que hacen posible que éstos se vayan transformando o mutando hacia nuevas maneras de comprender tales enunciaciones pero cargadas de significaciones culturales, políticas y sociales.
Creo que se hace necesario volver a dar una vuelta a lo que entendemos por democracia, a lo que entendemos por la inclusión de derechos y por tanto hacer el ejercicio de repensar lo que significa ser un ciudadano con obligaciones y derechos y avanzar más allá. Incorporar a los discursos democráticos los procesos de cambio sociocultural significa entonces lograr una mayor inclusión de la sociedad en su conjunto. Considerar la diversidad, expandir, garantizar y consagrar derechos son uno de los elementos claves a la hora de discutir qué tipo de Estado democrático queremos construir, porque detrás de esto se encuentra la ciudadanía, la cual debe preguntarse por los desafíos que implican dichas discusiones.
Por tanto es importante darle cabida al debate actual de cómo queremos seguir construyendo nuestra sociedad, nuestra vida política y cómo reconfigurar elementos para que el sistema democrático actual goce de una verdadera integración ciudadana. Creo que las preguntas giran en torno a lo siguiente: si nos encontramos dentro de un Estado de derecho, ¿por qué no tenemos el derecho a decidir lo que nosotras, las mujeres queremos hacer con nuestros cuerpos? ¿Por qué no tenemos derechos garantizados en una democracia formal, como lo son los derechos sexuales y reproductivos? ¿Por qué no se respeta simplemente la decisión de decidir, de optar? ¿Por qué siguen siendo los hombres, como Carlos Larraín, los que imponen su postura ideológica y valórica al resto de la sociedad, al resto de las mujeres? Quizás sí, las respuestas a estas preguntas son muchas y el debate sigue siendo amplio, pero es el momento que la ciudadanía se exprese y haga valer sus derechos y demandas sociales, es hora que las identidades se reconfiguren y se dé un vuelco a las relaciones de poder.
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Foto: mewd / Licencia CC
Comentarios
29 de mayo
Asi es amiga…ya es tiempo de empoderarnos y hacer valer nuestra opinion, mas informacion nos brinda mas conocimiento por lo tanto mas argumentos para defender nuestra postura en la vida! En.eso debemos trabajar 🙂
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