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Asamblea Constituyente: desde lo institucional a lo territorial

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Es posible lograr una participación tal que permita la diversidad ideológica para dar un debate diverso y pluralista, recogiendo opiniones y resoluciones desde el pueblo más recóndito en Magallanes o Arica-Parinacota, hasta las comunas de más difícil acceso en Santiago. Pero para llegar a esto hace falta un compromiso de la sociedad con lo humano, para poder posicionarse a sí misma por sí misma.

La asamblea constituyente es el modo más idóneo para legitimar un sistema estatal, dado que esta nace desde la base democrática (las personas que viven en un territorio determinado, que comparten ciertos aspectos ) y que desde la organización y la democracia forman lo que se convertirá en el criterio según el cual se formará un Estado.

Muchas críticas se le hacen a priori al concepto  de asamblea constituyente, desde los escépticos que apuntan a su imposibilidad o aquellos que creen erróneamente que constituye la tiranía de la mayoría. No me detendré en ésto, si no más bien, explicaré mi hipótesis de la asamblea constituyente desde un plano institucional hacia el plano territorial.

¿Es posible generar cambios extra-normativos?

Si entendemos a las normas como género de la expresión humana y ésta a su vez como el resultado del desarrollo de opiniones comunes en una sociedad (política), es posible comprender algunas normas como mínimos de convivencia necesarios para la construcción de una sociedad de derechos. Es decir, que para que exista una asamblea constituyente es necesario que existen reglas mínimas de convivencia, que de preferencia, no debiesen ser conferidas como un mandato externo a la misma, sino más bien nacer espontáneamente como una característica vinculada al respeto del otro en la sociedad que busca darse forma a si misma.

No es necesario explicar más allá que una asamblea constituyente implica que la sociedad está lo suficientemente madura para darse forma a si misma, no por ello, faltarán aquellos que digan que la sociedad no lo está, pues entendiendo el pluralismo ideológico habrá quienes la vean como una sociedad inmadura, o incapaz. Pero comprendiendo lo dicho en las últimas lineas del párrafo anterior, si una sociedad busca definirse a si misma, deberá buscar los medios idóneos para lograrlo, y en este caso, centrándose en la idea de asamblea constituyente (AC) la sociedad está preparada, ya en el futuro se podrá criticar, pero en el presente es necesario aportar y no des-legitimar la organización de las personas sólo porque estas tengan ideas diferentes a las propias.

Las barreras

Si bien, una sociedad democrática debiese basarse en el respeto y el principio democrático de la organización, hay grupos (comúnmente aquellos que ostentan el poder) que se opondrán viendo esto como una amenaza a sus propias ideas y expectativas. Ésto contraviene el sentido del respeto, generando represión, des-legitimación y descarte, marginando ideas contrarias a las que ostentan el poder (todo esto en un marco de descriterio mediático, que en Chile se evidencia por el cerco informativo evidente de la mayoría de los medios de comunicación).

Más en profundidad, las barreras no son meramente ideológicas-mediáticas, lo que ya constituye una falta al respeto por la organización democrática, a mi entender, la base misma del principio democrático; si no que, se han posicionado en barreras institucionales, como es el caso del binominal, que constituye la carta insignia de aquellos que se oponen a los cambios estructurales en defensa de sus propios intereses. No es la única de estas barreras, pero es la más conocida, por tanto ejemplificaré con esto, la legitimación posible de un llamado a asamblea constituyente desde lo institucional, suponiendo que en Chile las barreras institucionales e ideológicas no dejarían que fuese por otra vía.

De la institucionalidad a la asamblea comunitaria

Supongamos que un grupo mayoritario (o la mitad) de quienes ostentan el poder están dispuestos a cambiar el sistema binominal. Supongamos a su vez que éste grupo está presente en los tres poderes tradicionales del estado (Ejecutivo, Legislativo, Judicial) pero el binominal mismo no lo deja eliminar (pues sus características impiden que así sea, a menos que haya un consenso político entre bloques políticos y no lo hay).

Supongamos también y en profundidad, que las condiciones políticas y económicas en relación al poder representan una amenaza para intentar lograr ésto por un cambio profundo (como lo sería la AC). Entonces surge la idea de eliminar el binominal a través de un principio supra-legal y que es base de las normas (según mi hipótesis antes descrita), me refiero al principio democrático.

Surge asi la idea del cambio de la institucionalidad desde la institucionalidad. Algunos sugieren una nueva constitución como es el proyecto actual de la «Nueva mayoría» pero presentando la constitución como un pacto dado, analizado y estudiado desde una perspectiva jurídica pero con sospechas de estrategia política, es decir, presentar una constitución recogiendo las mejores ideas para así dar paso a un camino aparentemente distinto, presentándolo ante las mayorías para que éstos la legitimen a través de democracia directa en un plebiscito. No digo que ésto no encuentre legitimidad alguna en el principio democrático sino que me sobrecoge un poco pensar una constitución como una carta magna o un contrato unilateral que permita aceptarlo o rechazarlo, sin recoger las opiniones de las personas, y la organización, como sería en una asamblea constituyente.

Sigamos con el ejemplo del cambio al binominal desde la institucionalidad. Suponiendo todo lo dicho, el bloque político mayormente representado podría en teoría firmar un decreto que ponga fin al binominal, es decir, un decreto emanado por el Ejecutivo, firmado por el Presidente, la mitad de una cámara baja, y la mitad o un número importante de los miembros de la Corte Suprema, por ejemplo, respecto del poder judicial. Y que dicho decreto elimine el binominal basándose en la participación de los órganos principales del Estado, firmado por sus representantes fundándose en la legitimación del principio democrático.

A mi parecer algo así sugiere muchas dudas, pero es sólo una hipótesis y de ser posible, creo también que debiese pasar por el escrutinio público (ser publicada abiertamente) para luego ser plebiscitada con el fin de abarcar lo más ampliamente posible el principio democrático, por medio de la decisión democrática popular directa.

Pero usaré esto de ejemplo, entendiendo que también puede ser usado para generar la legitimación institucional representativa para generar una Asamblea Constituyente sin objeciones.

De la democracia representativa a la organización territorial

Comprendiendo el ejemplo anterior, y llevándolo a la perspectiva de una asamblea constituyente, suponiendo que estamos en una sociedad desigual en donde el poder económico y político está muy ligado y amenaza constantemente la organización popular, me parece más seguro llevar el plano de la AC al plano institucional, así como el movimiento de la AC lo ha hecho con la campaña «Marca tu voto». Esta hipótesis es mucho más conservadora y supone la participación de las instituciones que conforman el Estado en una decisión que permitirá formar uno nuevo (o mejor dicho, le puede dar un nuevo sentido a dichas instituciones, reglándolas, transformándolas, en fin).

Si llevamos el plano institucional al plano organizativo territorial (siguiendo el mismo ejemplo), es posible que por mandato institucional surja la asamblea constituyente, pero sin objeción alguna (entendiendo los antecedentes históricos del país y lo anteriormente descrito respecto del poder), debido a que no sería un mandato que surja únicamente desde el Presidente, sino que esta hipótesis incluye necesariamente la participación de otras instituciones del Estado, y a su vez, un plebiscito para su aceptación, entendiendo que una AC es un proceso social que implica organización popular (asambleas comunitarias, juntas de vecinos, juntas territoriales, etc) y también organización institucional, dado que implica un compromiso de la sociedad por la sociedad toda, con la participación de todos.

No entraré a explicar mi opinión respecto del cómo, aunque subrayo la palabra territorialidad, pues creo que debe ser recogida no de forma unitaria, sobre todo en un país como el nuestro que de unitario sólo tiene el nombre, pues sus miles de kilómetros de extensión y su multidiversidad cultural contrastan con la idea de un Estado unitario. Pero a su vez, una asamblea constituyente, al permitir la participación de todos, permite lograr documentar las opiniones tanto personales como políticas de los habitantes, logrando así un material precioso para un estudio antropológico, sociológico y administrativo rico en matices y diferencias respecto a cómo cada comunidad se ve a si misma en relación con todo un país.

Por ello creo que un paso desde la institucionalidad a lo territorial, no parece tan descabellado, aunque sí dudo bastante sea posible sin un compromiso social -que en Chile en mi opinión está en construcción-, pero que no por eso es menor, ni menos precioso.

Es posible lograr una participación tal que permita la diversidad ideológica para dar un debate diverso y pluralista, recogiendo opiniones y resoluciones desde el pueblo más recóndito en Magallanes o Arica-Parinacota, hasta las comunas de más difícil acceso en Santiago. Pero para llegar a esto hace falta un compromiso de la sociedad con lo humano, para poder posicionarse a sí misma por sí misma. Ya vendrán los análisis jurídicos, la apertura de las normas para permitir que se desarrolle una sociedad diversa y todo lo que estimemos necesario para permitir la libertad en la organización social, con el fin de que el Estado no parezca una fría máquina política y administrativa, sino el contexto de desarrollo de la sociedad en una perspectiva multicultural con diversidad política.

Por todo eso y más, creo que el paso que le queda dar a la vieja política es desprenderse de sus prejuicios paternalistas para dar paso a una sociedad diversa, en donde todas las opiniones importen en su formación. Si ésto ocurre, ya se verá en el futuro sus errores, que podrán ser corregidos por medio de planos de participación diversos.

Concluyo diciendo que confío en la organización popular, pues creo que el ámbito en el que se desarrolla la política, la cultura, el arte, es en la vida misma que ocurre en las relaciones humanas. La complejidad aumenta al haber vastos espacios de territorio y muchos habitantes, por ello decir que las instituciones no nacen de lo humano es un error, pero hay que comprender los grados y las magnitudes en las que se desarrolla el poder, para entender luego cómo esté influye en la política y cómo se crean barreras para que la autodeterminación sea dificultosa. Cada uno tendrá su opinión de por qué se produce ésto.

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Imagen: Campaña Marca tu Voto

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