Muchas veces se ha escuchado que Chile esta a punto de convertirse en un país desarrollado, realidad que se ha ido postergando. El argumento que tienen para decir esto es que en los próximos años Chile tendría un PIB per capita superior a los US$ 20.000, es decir, nuestra distinguida clase política se basa solamente en un indicador para etiquetarnos como un país desarrollado, sin medir los índices de desigualdad, deserción en la educación superior, acceso a una salud de calidad y otros.
En Chile no solamente no ha disminuido la desigualdad: ha ido aumentando y de manera drástica. Es un fenómeno que nació en la dictadura militar y se profundizó a lo largo de los gobiernos de la Concertación que no fueron capaces de frenarlo y, lo que es peor aún, aumentó, llegando a cifras catastróficas.
Cuando Pinochet entrego el poder, la desigualdad entre el 5% más rico y el 5% más pobre era de 110 veces; cuando el señor Ricardo Lagos, primer presidente socialista que asume después de Salvador Allende, la desigualdad entre el 5% más rico y el 5% más pobre era de 220 veces. Con esto se demuestra que la formación de la institucionalidad que se creó en la dictadura permaneció durante los cuatro gobiernos que lo sucedieron. Se mantuvo la estructura social y económica que surgió durante el mandato de Augusto Pinochet.
En el año 2009, la diferencia entre el ingreso del 10% más rico y el 10% mas pobre, pasó de 53 a 79 veces; es decir, aumentó en un 50%, aún cuando la encuesta CASEN considera del 10% más rico a los que tienen ingreso por 450.000 pesos aproximadamente.
Para la encuesta CASEN, el ingreso máximo del primer decil es de 47 millones. Esto es poco en comparación con lo que ganan las familias Luksic, Angelini, Matte o el presidente Sebastián Piñera. Según la Forbes, los Luksic aumentaron en ocho mil millones de dólares su patrimonio entre el año 2010 y 2011, con ese dinero se paga la educación universitaria a 400.000 estudiantes.
Andrés Zhaler hizo un estudio donde concluyó que el decil más rico de nuestro país supera los ingresos de los noruegos; al mismo tiempo el 10% más pobre vive en condiciones similares a las de Costa de Marfil. Por último dice que el promedio de Chile vive con menores ingresos que los angoleños, cuando tenemos un PIB que superá los US$ 200.000 millones, con esto se puede concluir que el crecimiento económico no basta para superar la desigualdad, sino que también se necesita un sistema tributario progresivo para combatir las diferencias entre un sector y otro.
Con estos índices de desigualdad está muy claro que estamos lejos de ser un país desarrollado. Somos el país de la OCDE con mayor desigualdad y uno de los más alto en América Latina. ¿Qué tan cerca estamos de conseguir el desarrollo? Aún falta mucho por hacer y si se mantienen estos índices de desigualdad, seguiremos postergándolo como se hace hasta el día de hoy.
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Foto: Jikatu / Licencia CC
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