Muchos quienes fuimos secundarios en la década del 80, analizábamos a la juventud actual con recelo, entendimos que vivir en una sociedad poco crítica, con baja capacidad de cohesión en su seno, sin norte político, en algún momento nos complicaría como sociedad, reprochábamos este actuar y lo concebíamos como producto de la mecánica propia del desarrollo estructural de este modelo. Al realizar una retrospección a nuestra historia inmediata, nos encontrábamos con un fuerte desapego de los jóvenes con la tradición política y un gran resentimiento en materia de causas sociales. Y esto nos conducía a un par de preguntas casi inexorables: ¿qué tan preparados estamos como sociedad para sobrellavar un cambio estructural a nuestro modelo social, político y económico? ¿Somos capaces de sacrificar nuestra comodidad intelectual, para crear un sistema complejo que revierta nuestras certezas, y nos ubique en un escenario olvidado? ¿Será natural intervenir la sociedad para generar un nuevo estadio que provoque una evolución en el razonamiento moral, que permita un cambio profundo y además interprete las actuales demandas sociales, que permita un desarrollo que responda a las exigencias planteadas?
En nuestra sociedad existe: diversidad cultural, libertad política, un excesivo anhelo económico y un profundo quiebre en nuestras capas sociales. Parece simple, pero no lo es. Asumiendo esto estaríamos en condiciones de sostener una etapa de discusión para ponernos de acuerdo en el tipo de sociedad queremos construir. Hoy, algunos observamos con nostalgia el movimiento estudiantil, que con grandes propuestas y gran personalidad nos remecen y confrontan con nuestro pasado. Es oportuno reconocer que muchas de sus exigencias son parte de esos pliegos petitorios olvidados por nosotros. Nos fuimos quedando en silencio, pero un silencio cómplice; algo olvidamos o quisimos olvidar.
Una sociedad que se cuestiona no está en un estado de involución. Todo lo contrario: muestra un fehaciente ímpetu por madurar, por aprender y aprehender sus errores, al mismo tiempo, rompe con su estado de inmovilidad y provoca un proceso natural de convulsión social, que revitaliza a sus propios órganos al interior, pero sin ánimo de profetizar.
Debemos reconocer y afrontar lo que realmente nos complica, enfrentar nuestros paradigmas, dejar de lado nuestro sofá intelectual, reconocer que aún somos una sociedad patriarcal, paternalista, políticamente incorrecta.
El movimiento estudiantil nos plantea un escenario complejo. No por sus exigencias, sino por la propuesta que subyace en su crítica. Nos están emplazando, y nosotros respondemos con un modelo monetarista, lo que demuestra que no hemos sido capaces de comprender o dimensionar el problema.
¿Sera un problema de la clase política?, nos parece fácil identificar al responsable, por lo menos así se deja ver en las discusiones de nuestra laya política. Tenemos claro que los políticos no cumplen sus promesas y por eso nuestra sociedad se encuentra en este estado, y terminamos castigándolos con nuestra incisiva crítica o los miramos con desprecio, que a mi modo de ver, se transforma en un auto-desprecio. ¿Podemos asegurar que no tenemos un grado de responsabilidad? ¿Podemos decir que somos simples espectadores? ¿Podemos alegar inocencia?
Los estudiantes están poniendo el tema en discusión, pero la solución no está en manos del congreso; tampoco en el Gobierno. Debemos reconocer que la solución está en nuestras manos, y eso implica hacer, no delegar. Entonces, ¿qué haremos? ¿Cambiar nuestros paradigmas o reinterpretarlos?
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Comentarios
30 de agosto
¿Podemos realmente construir una sociedad ideal? ¿Podemos construir una moral? ¿Y quiénes son los llamados a ello? Y en base a ¿Qué paradigmas?
Y nos preguntamos ¿Qué hacer? Pero no hay que olvidar que esa pregunta conlleva el sesgo de un viejo título.
Saludos
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30 de agosto
No creo necesario pensar en una sociedad ideal, pero si una con ideales. No creo que podamos construir una moral, pero si creo podemos regir de mejor forma la que tenemos, como punto de partida, y bajo que paradigmas, bueno esa es la cuestión.
Por lo mismo pregunto qué haremos, personalmente creo terminaremos una bonita pero sencilla reinterpretación de nuestra catástrofe.
Gracias Jorge por la atención.