Hace algunos días se concretó la renuncia del presidente de CONICYT, la segunda en menos de un año al cargo, y en el marco de un profundo debate respecto al rol que cumple la ciencia para el desarrollo nacional. Un Ministerio de Ciencia o el aumento de fondos destinados a proyectos de investigación, no serán capaces de resolver el problema por si solos.
Urge la necesidad de una nueva política de ciencia para Chile, una política de estado, cuya ejecución involucra una nueva institucionalidad democrática, construida de forma participativa y que debe procurar establecer diálogo y con ello equilibrio entre la industria, el estado, la ciudadanía y la comunidad científica, instancia que se desarrolló en el Gobierno de la Unidad Popular en 1972 en El Primer Congreso Nacional de Científicos de Chile, y que hoy se hace necesario reeditar para discutir sobre el presente y futuro de la ciencia en Chile.Cuando hablamos de ciencia pareciera que fuese un problema de los científicos y no de tod@s. Estamos en una crisis que se repite una y otra vez, donde el modelo de asociar todo a criterios económicos y de libre mercado, comienza a colapsar y caer sobre su propio peso.
En este debate no debemos olvidar que la comunidad científica se compone de trabajador@s, que sufrimos las repetidas formas de segregación laboral las cuales no hacen más que hacer más precarias nuestras condiciones. Así como el presidente de CONICYT, que es a su vez el presidente del consejo asesor, y entre sus funciones está el asesorar a la presidencia en materias de ciencia y tecnología sin recibir un peso, l@s investigador@s y estudiantes de pre y postgrado trabajan con boleta en proyectos que duran años, teniendo además que contemplar más de un proyecto para obtener un ingreso homologable al de un profesional calificado, sin derecho a pre y post-natal, seguro laboral o de salud, y con una enorme incertidumbre laboral en los periodos de cierre e inicio de proyectos.
La crisis en ciencia no se origina por un exceso de formación de post-grados en Chile y el extranjero, sino porque no se dispone de lugares de trabajo para ell@s, aún cuando su labor es altamente necesaria. El estado subsidiario perpetuado con su sistema de becas y proyectos no permite una planificación nacional en materia de ciencia. La industria no asume un rol concreto en relación a la investigación y sus trabajador@s, pues recibe cuantiosas ganancias al usufructuar de las investigaciones efectuadas en las universidades con fondos estatales.
El estado por su parte, invierte en ciencia pero no recibe retribución. No se permite la creación de institutos de investigación estatales, que fueron desmantelados durante la dictadura, cuyos réditos de conocimientos y patentes, permitan el continuo desarrollo de la ciencia y condiciones laborales dignas para l@s investigador@s. La ciencia resulta un gasto del cual el país no recibe nada más que publicaciones que son completamente ajenas a la sociedad, y que poco aportan al desarrollo de política pública nacional.
Cuando hablamos de ciencia pareciera que fuese un problema de los científicos y no de tod@s. Estamos en una crisis que se repite una y otra vez, donde el modelo de asociar todo a criterios económicos, comienza a colapsar y caer sobre su propio peso. Resulta evidente que no se puede pensar en el cuidado del medio ambiente, en el derecho a una vejez y en condiciones laborales dignas, en el derecho a la salud, a la educación, al arte, ni en la ciencia desde medidas mercantilistas, lo que conlleva el abandono de la generación de políticas públicas, tan necesarias para las grandes mayorías del país.
La investigación no puede establecerse en base al mercado o en la competencia de renombres entre instituciones e investigadores, sino que debe establecerse de acuerdo a las necesidades culturales, éticas y sociales, teniendo siempre presente que los investigadores, como todos l@s trabajador@s del estado requieren una nueva consolidación institucional que resguarde sus derechos laborales y se les asegure estabilidad, a ellos que dedican su vida al desarrollo científico, un área estratégica para el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida de nuestro país.
Comentarios
12 de enero
Un artículo que puede servir para complementar la idea:
Saludos
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14 de enero
Entiendo el enfoque, pero el big bang de la historia de Chile no ocurrió en la década de 1970, como apunta tu nota. Los congresos científicos con participación de la comunidad científica local se vienen organizando desde la década de 1880, con todos las luces y sombras que ello ha significado. De hecho CONICYT nació en los 60s producto de largas conversaciones impulsadas por un minúsculo grupo de personas interesadas realmente en el desarrollo científico del país.
Apoyo la iniciativa, pero no engrupamos con la historia.
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