¿Por qué no hay oportunidad para reunirse con los jóvenes profesionales científicos -o al menos responder a una carta- , pero sí para reunirse con los jóvenes profesionales evangélicos? Tal parece que para ser escuchados, los científicos tenemos que constituirnos en un “nicho” atractivo, no obstante la enorme relevancia de la ciencia para el desarrollo del país.
En plena carrera por la segunda vuelta presidencial, Michelle Bachelet y Evelyn Matthei salieron en busca de los votos que les permitan salir electas con una mayoría “contundente” o al menos acortar las distancias (dependiendo del optimismo). Aunque el desenlace de la carrera es asegurado con plena confianza por varios, algo que ha sido llamativo es la búsqueda de un muy particular “voto de nicho”: el del mundo religioso.
Evelyn Matthei ha sido el principal blanco de las críticas, en especial después de afirmar que no haría nada «que vaya en contra de la Biblia» en su eventual gobierno. Sin embargo, las cosas no están mucho mejor en la vereda del frente. Michelle Bachelet, cuyo comando no ha contestado a una carta entregada por el movimiento Más Ciencia para Chile (la que tampoco ha sido contestada por el comando de Evelyn Matthei), sí ha tenido el tiempo para reunirse con un grupo de jóvenes profesionales evangélicos. Y el hecho de que se haya reunido con 24 premios nacionales, más allá de la rimbombancia que genera la noticia (encuentro en el que, a puertas cerradas, se habría referido a la idea del Ministerio de Ciencia), no soluciona mucho el problema de fondo: el abandono en el que ambas candidatas tienen al mundo científico, y la entrega de propuestas que no van en la línea de los diagnósticos y propuestas de la comunidad académica y científica.
De valores y convicciones
Es cierto que, en números abstractos, el «nicho» científico parece poco atractivo: el más optimista de los cálculos diría que en Chile existirían cerca de 18 mil personas trabajando en investigación, 8 mil de ellas con grado de “Doctor” (un votante que podría especularse que es exigente e informado). No existe certeza de si estas cifras incluyen al personal de apoyo técnico y administrativo ligado a la labor científica (y que eventualmente se vería afectado por políticas que amenacen la estabilidad de la actividad científica), o si contabiliza al personal de las numerosas compañías de importación de productos y servicios científicos y tecnológicos. Tampoco existe certeza de si se contabiliza a los jóvenes que realizan estudios de pregrado y postgrado en áreas y carreras de las ciencias (sólo en el postgrado a nivel nacional, esa cifra podría ascender a los 35 mil jóvenes), y se podría especular con que ciertas empresas, como aquellas que generan productos tecnológicos y reactivos químicos para la industria, también podrían tener interés por las propuestas de las candidatas en materia de ciencia y tecnología. Y si sumamos a la gente vinculada al mundo de la innovación y las telecomunicaciones… La idea comienza a ser clara: este “grupo de interés» va más allá de los científicos, como algunos han querido argumentar. Como muestra, el sitio debateciencia2013.org casi logró superar las 10 mil visitas previo a las elecciones del 15 de noviembre.
Sin embargo, este dato no tiene demasiada importancia. No se trata de cuántos científicos se verían beneficiados por un interés de la futura Presidenta de Chile por los temas de la ciencia. Se trata de que un país que logra poner a la ciencia y la innovación al frente del desarrollo, se verá indudablemente beneficiado en diversas dimensiones, no sólo científicas. Y en esto, la ciencia sí tiene -al menos en teoría- una relevancia mayor a la de los cultos religiosos y a la de otras áreas temáticas que sí han recibido la atención de las candidatas, como por ejemplo el deporte.
Se puede concluir entonces que es fundamental que las candidatas pongan en la agenda el tema del desarrollo científico, pues es de beneficio e interés de toda la ciudadanía. Es cierto que los científicos hoy no están pasando por un buen momento. No obstante, las demandas gremiales de ellos ni siquiera están en la agenda, pese a que cada día se acrecienta la sensación de desazón en parte importante de los jóvenes científicos: carreras de empleabilidad decreciente, con bajas remuneraciones al cuarto año de egreso, escasa posibilidad de inserción laboral (especialmente para los graduados de doctorados nacionales), con un 2014 que seguramente traerá un panorama aún peor, “profesores taxi”, y un bajo número de proyectos para investigadores jóvenes. Sin embargo, es probable que lo más frustrante para estos jóvenes hoy no sea (sólo) lo anterior, sino que la sensación de no poder contribuir al desarrollo del país aplicando sus talentos y capacidades en el campo de la ciencia.
Es por ello que el mínimo acto de generosidad que el mundo científico debe esperar de parte de las candidatas es que ellas hagan un tiempo en sus agendas y se refieran a las demandas que la ciencia ha planteado en los últimos años, en especial las dos más relevantes: una nueva institucionalidad científica y un aumento en la inversión en I+D. Y es un acto de convicción política que la ciudadanía debe también exigir. La ciencia, a través de su capacidad de responder a los desafíos más apremiantes de la sociedad y de la capacidad para generar nuevo conocimiento para mejores políticas públicas, para desarrollar nuevas tecnologías y para crear un mejor país, indudablemente contribuirá a dar un salto cualitativo en materia de prosperidad.
¿Nueva Mayoría, o Misma Minoría?
Dentro del las numerosas demandas respecto a las que la comunidad científica espera definiciones o cambios de rumbo de parte de ambas candidaturas, se encuentra indudablemente el de la institucionalidad científica. Aquí la atención ha estado centrada en Michelle Bachelet, quien realizó una propuesta de una Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación, pese al contundente respaldo que ha tenido (en especial este 2013) la propuesta de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
A pesar de las críticas, en el seno del comando de Michelle Bachelet no han dado señales oficiales de reconsiderar su propuesta. Pese a que se especuló (principalmente en redes sociales) que Michelle Bachelet se habría referido a la idea del Ministerio en el encuentro que sostuvo con los premios nacionales, la postura oficial continúa siendo la de una Subsecretaría, ratificada incluso en uno de los atractivos materiales gráficos disponibles en la web de la candidata para su difusión en redes sociales.
¿Quién o quienes bloquean una reforma a la institucionalidad científica que, a juicio de la gran mayoría de los expertos, organizaciones y de la propia ciudadanía, es urgente? ¿Por qué, pese al evidente consenso que reúne la figura de un ministerio para la ciencia, se persiste con la idea de una subsecretaría, y manteniendo en las sombras el debate sobre su dependencia? En definitiva, este pareciera ser un ejemplo de cómo, en vez de una nueva mayoría y de un programa elaborado en conjunto con la ciudadanía, los actores pertinentes y las organizaciones ciudadanas, parece haberse impuesto una “misma minoría”, que se opone sistemáticamente a una reforma que de una institucionalidad de mayor jerarquía a la ciencia nacional.
¿Por qué no hay oportunidad para reunirse con los jóvenes profesionales científicos -o al menos responder a una carta- , pero sí para reunirse con los jóvenes profesionales evangélicos? Tal parece que para ser escuchados, los científicos tenemos que constituirnos en un “nicho” atractivo, no obstante la enorme relevancia de la ciencia para el desarrollo del país. Algunos llamarían a esto “populismo”. Pero lo dejo al criterio del lector.
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Foto: Wikimedia Commons
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