La ciencia chilena lleva más de una década luchando para que el gobierno la tome en serio. Para contar con una institucionalidad moderna, visible, con atribuciones y recursos. Con políticas ambicionas, y a la vez soñadoras, para poner a nuestros científicos y científicas, especialmente jóvenes, al frente del progreso del país, aportando a su desarrollo social, cultural y económico. Con instrumentos eficaces, pero a la vez generosos, para dotar a nuestros científicos de las condiciones materiales y laborales necesarias para realizar investigación de clase mundial. Esta lucha ha ido creciendo, pasando de las manos de la academia a la de los propios científicos jóvenes. Y aunque los avances han sido escasos, hoy contamos con una comunidad científica más activa y esperanzada.
¿Será suficiente para que, en quince años más, la ciencia en Chile tenga las condiciones que necesita y merece? Y, más importante aún, ¿cuáles son esas condiciones? Aunque aquí aventuro una visión personal, las discusiones que se han desarrollado especialmente en los últimos cinco años dan también algunas pistas. Para el 2030, Chile debería contar con un número importante de científicos, que desarrollen su trabajo en condiciones laborales apropiadas. Además, cada científico debería poder desarrollar su talento y compromiso con el país en cualquier disciplina del conocimiento. Ojalá hayamos superado el injustificado fanatismo de quienes proclaman que toda la ciencia debe ser “orientada” y, especialmente, el de quienes creen que la ciencia que importa es sólo aquella que conduce a la innovación o a solucionar los “problemas productivos” del país. Ojalá que las generaciones futuras tengan la posibilidad para, desde Chile, poder contribuir al conocimiento sobre nuestro mundo, nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestra historia, y nuestra sociedad, y que además puedan unirse al esfuerzo global (pues la ciencia es una actividad colectiva) por solucionar algunos de los grandes problemas de la humanidad. Y es de esperar que también nos podamos sumar a los esfuerzos globales para adentrarnos en algunos de los más apasionantes desafíos que el mundo nos ofrece, como conocer nuestro universo pero también la complejidad del cuerpo humano, y que contar con telescopios de nivel mundial sea tan importante como contar con microscopios de última generación, y que nuestros jóvenes no tengan que abandonar el país para acceder a tecnologías de frontera.Podemos soñar con un país que, en quince años más, cuente con una ciencia capaz de colaborar a resolver los desafíos más apremiantes del país, pero que a la vez abra nuevas puertas, plantee nuevas preguntas, y entusiasme a la ciudadanía.
Para ello, Chile debería contar con una mayor inversión en I+D. Ya estamos por debajo de lo que debiéramos invertir de acuerdo a nuestro ingreso per cápita, así que el desafío es enorme. Para el 2030, el sector privado debiera haberse puesto también a la altura, realizando la mayor parte de la inversión en I+D, con una fuerte orientación a resolver sus desafíos productivos, generando un crecimiento económico responsable con la sociedad y el medio ambiente. Más importante aún es que, para el 2030, Chile haya superado su dependencia de los recursos naturales, y que haya avanzado hacia una economía de mayor complejidad, en la que el conocimiento y la innovación sean un motor importante.
Es de esperar que en los próximos años el gobierno vuelva a creer en sus científicos. El número de centros de excelencia internacionales que han llegado al país se acerca ya al de centros FONDAP. Contar con centros internacionales es sin dudas positivo, pero la estabilidad de las iniciativas de investigación asociativa nacionales muchas veces es incierta, y no se da suficiente importancia al fortalecimiento de la infraestructura de nuestros propios centros y universidades.
También esperemos que, para el 2013, la ciencia sí cuente con la institucionalidad que merece. Han pasado 15 años desde “ChileCiencia2000”. No podemos darnos el lujo de dejar pasar otros 15 años -perdiendo de paso generaciones de talentosos jóvenes- para crear la institucionalidad que, a estas alturas, encuentra en la forma de un ministerio el mayor consenso que hayamos presenciado en la última década. Y tampoco podemos darnos el lujo de seguir excluyendo a los científicos al momento de pensar en los programas y políticas para fortalecer la investigación científica en el país.
Pero tal vez el desafío más importante que debemos afrontar los propios científicos durante los próximos años, es el de generar una comunidad comprometida, solidaria, que supere sus diferencias, y que cuente con un lugar inclusivo en el que todos los investigadores e investigadoras podamos encontrarnos, conversar, generar ideas y propuestas. Que la Academia de Ciencias y las sociedades científicas reciban de mejor manera a los científicos jóvenes, aquellos que dejan su juventud, sueños y muchas veces la esperanza de una seguridad laboral y profesional, en los distintos laboratorios y centros de investigación del país. Ha sido motivante ver a los jóvenes agruparse y luchar por su futuro y sus sueños, pero es hora de que los científicos de mayor trayectoria den un paso adelante por los jóvenes. Ojalá que el 2030 tengamos entonces una comunidad cohesionada, que trabaje unida por fortalecer las condiciones de la ciencia en el país.
Podemos soñar con un país que, en quince años más, cuente con una ciencia capaz de colaborar a resolver los desafíos más apremiantes del país, pero que a la vez abra nuevas puertas, plantee nuevas preguntas, y entusiasme a la ciudadanía. Muchas cosas buenas han venido de la búsqueda por responder nuevas preguntas, búsqueda que es uno de los motores de nuestro espíritu. Entonces, ¿por qué privar a nuestras futuras generaciones de la posibilidad de continuar esta senda?
Comentarios
Un Chile abierto y pluricultural
Necesitamos mejores políticos; mejores parlamentos; mejores municipios; mejores sistemas integrados de educación; mejores políticas públicas…..La tarea no es de un corto período.
Hacia el 2030: Avanzando por un camino confuso
El intercambio de experiencias y conocimientos y participar activamente en el proyecto educativo al cual está trabajando. Además de ser una herramienta importante en término de gestión, genera un espacio adecuado para estar contento y trabajar duro.
Superar lo que hoy queremos construir
Quisiera que en quince años más hayamos superado lo que hoy queremos construir y estemos aún más allá de lo que hoy queremos alcanzar, que el derecho a la educación sea una realidad para todos y todas, que además sea una buena educación, y que haya quedado en la historia lejana todo este proceso de retomar el cauce que nunca se debió perder en la educación.
Chile, país de ensueño
Éste es el Chile del futuro que anhelamos y por el que trabajamos los miembros de la Unión Nacional de Artistas. Ahora mismo solo es un sueño pero, como bien dijo Mauricio Electorat, “un país que no sueña, es un país que no tiene destino”.
Rescatar la sabiduría popular
Me gustaría que la educación, a partir de la enseñanza media y durante la universidad, incluyera obligatoriamente la sabiduría popular. Porque en los refranes del sabio popular se ve la conexión con el orden natural de las cosas, la fluidez y armonía con el orden natural.