Quienes han participado en el debate que generó el documento del Ex-Presidente Ricardo Lagos E., felicitan la iniciativa, al menos desde la perspectiva de saludar la invitación al debate y la reflexión en torno al gran reto de la política, que es el futuro. El otro común denominador es resaltar aquello que no se hizo cuando fuimos gobierno y que formaba parte del núcleo fundamental del acuerdo movilizador contra la dictadura.
Coincido con ambos tópicos. Con la ilusión de que el documento sea un punto de quiebre en el derrotero de la oposición y, segundo, con la conciencia tranquila de quien reconoce que no se logró todo lo que se quería y que el funcionamiento elitista de nuestra (casi) democracia provocó insatisfacción y desencanto en la mayoría que era la Concertación.
Una primera cuestión que me parece relevante y propia de quienes aprenden de sus errores, es proponer que aclaremos y separemos los conceptos e ideas que hay detrás de nuestras propuesta y nos esforcemos en parir un proyecto de futuro con identidad clara. No podemos dejar abierta la definición ni de valores ni de jerarquías de estos y, menos, de los objetivos que consideramos primordiales. Sí, hay que partir sin miedo por decir claramente que para nosotros la democracia y los derechos humanos están por sobre el mercado; que la igualdad y libertad de las personas son valores superiores a la propiedad y que si bien la libertad es un valor compartido, para nosotros no significa ser capaces de hacer cualquier cosa si tenemos el poder para ello. Libertad significa crear una sociedad capaz de garantizar, mediante las leyes y la acción del Estado, que nadie en la República de Chile pueda ser dominado arbitrariamente por otro ser humano y que por el sólo hecho de nacer en esta tierra todos, solidariamente, nos ocuparemos de que tenga garantizadas, en oportunidad y calidad, las condiciones para su desarrollo como ser humano, sin importar su origen socioeconómico, étnico, adhesión política, si es o no creyente o su género.
El desafío de la Igualdad
Este es, a mi juicio y el de muchos que han opinado, el principal desafío del Chile de 2030 así como el principal escollo para el desarrollo del de hoy. Esto significa que, en cada una de las áreas sectoriales de cualquier programa y de cualquier nivel se debe transversalizar este valor como un objetivo. Preguntarnos en cada sector ¿Que hacemos en esta área para fortalecer la igualdad? ¿Nuestras propuestas y críticas a las políticas apuntan a focalizar gasto contra la pobreza o efectivamente atacan la desigualdad?
Los ciudadanos se sienten inseguros y desprotegidos; baste ver para esto las claras tendencias del latinobarómetro, la CEP, los estudios del PNUD. Esto debe ser contrarrestado haciendo que nuestras personas sientan que sus derechos serán respetados en su vida laboral, en su relación con el Estado, en el acceso a la salud y la educación, en su relación con el mercado o con la banca. Que nuestras ciudades no sólo sean seguras, sino también integradas y habitables, que los servicios públicos y privados sean oportunos y de calidad; en fin, que funcionen las instituciones y también los mecanismos que garantizan que esas instituciones, públicas o privadas, nos tratan y sirven como a iguales.
República y Democracia
Hoy, el problema con la democracia tiene directa relación con su calidad y ya no tanto con sus procedimientos formales. Sin embargo en nuestro país, al problema de la calidad, debe sumársele el problema de los tipos de Estado, de derechos, de democracia y de instituciones a la que aspiramos. Es decir, Una nueva Constitución.
En estos 20 años hemos aprendido que el principio de subsidiariedad es insuficiente y el rol del Estado subsidiario, demasiado limitado para los desafíos que Chile tiene. A modo de ejemplo, seguir esperando que otros actores se hagan cargo de la planificación de la inversión nacional en Investigación y Desarrollo o que el mercado sea un actor equitativo y no segmentado en terrenos como la educación y la salud, es pedir demasiado o ser inocente. Chile, junto con promover el desarrollo de las personas y grupos intermedios, debe también ser capaz de garantizar el desarrollo igualitario y autónomo de todos sus habitantes. Esto implica re-jerarquizar los derechos y deberes garantizados en la carta fundamental y fortalecer aquellos debilitados frente al derecho de propiedad. No puede ser que la quema de un pastizal tenga mayor pena que la violación u otros delitos contra la vida.
Desde el punto de vista de nuestro diseño institucional, si decimos que queremos más democracia y de mejor calidad, hemos de replantearnos hasta dónde el diseño presidencialista y centralizado de nuestra República es coherente con ese deseo ciudadano de tener más incidencia en las decisiones y acciones del Estado.
El sistema de partidos y el sistema electoral deben ser revisados. Los Partidos Políticos tienen un rol insustituible en el funcionamiento de la democracia. Tanto que hoy, ante su crisis, es el sistema completo el que carece de fortaleza en sus niveles de credibilidad y legitimidad. Debemos preocuparnos de relegitimarlos y apoyar su recuperación. Remirar el financiamiento de ellos y su transparencia, regular el lobby, fiscalizar e iluminar sus elecciones internas, incluso al punto de que sea el SERVEL el que las supervigile, hacer obligatoria las primarias como mecanismo de elección de candidatos y por lo tanto, con financiamiento público, controlar efectivamente el gasto electoral, hacerlos responsables y auditables políticamente, entre otras, son medidas que nos deben llevar a que los partidos sean nuevamente creíbles y transparentes a los ojos de los ciudadanos. Igualmente, de nada sirve modernizar los partidos si no reemplazamos el sistema binominal por sistemas que garanticen y fortalezcan la representaciones políticas y territoriales en el Congreso.
Empero, la democracia no es sólo un fenómeno institucional, por lo tanto de reglas. Es también un fenómeno de relaciones humanas, es otra herramienta que hemos construido para fortalecer la igualdad. Aquellos países con mayor desarrollo hacia esta mirada de democracia no sólo han crecido económicamente, sino que además lo hacen con calidad de vida y mejor redistribución. La desigualdad estructural e histórica de la sociedad chilena sólo puede ser disminuida con una red de organizaciones sindicales fortalecidas y una sociedad civil organizada. Esto debe ser apoyado por la república y garantizado por la constitución. No es el chorreo neoliberal, sino la organización social democrática y sus equilibrios lo que hará que Chile más que crecer, se desarrolle.
Otra ola de reformas imprescindibles tiene que ver con la descentralización de la república (política) y de la administración del Estado. No entraré en este post en comentarios latos, pero sí se debe recalcar la necesaria unidad de acción con que debe ser abordada y tener mucho cuidado con creer que esto es solo una pegatina de medidas y acciones aisladas.
Espero que estos comentarios sean útiles y se entienda que no buscan ser un recetario, sino un recordatorio de que la crisis que vivimos no es por falta de ideas, muchas de ellas ampliamente compartidas, sino por la falta de claridad política de los líderes para salir del estado de depresión, reconociendo claramente los errores. También de la ciudadanía de centro izquierda para, después de un año, entender que la unidad es el camino para que los proyectos colectivos emerjan. Sólo en estas condiciones habrá nuevos y viejos liderazgos más creíbles, amplios, fuertes, legitimados y, por tanto, victoriosos.
* Por Eduardo Muñoz Inchausti. Doctorando en Gobierno y Administración del Estado, Instituto Ortega y Gasset, Universidad Complutense de Madrid. Ex- Subsecretario de Cultura, Gobierno de Michelle Bachelet.
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Foto: Andreas Nilsson / Licencia CC
Comentarios
14 de abril
Excelente blog, nada que agregar. Felicitaciones. Aún tenemos Patria.
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14 de abril
Gracias por tu comentario… en todo por agregar, esa es la idea… saludos