#Chile 2030

Caminos de superación de la desigualdad

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Ricardo Lagos está haciendo una contribución relevante a la reconstrucción de un pensamiento progresista en Chile. Podrá afirmarse que el texto no abarca todo el espectro de desafíos que enfrenta Chile, que no contiene una autocrítica sobre los 20 años de Concertación y que hay incoherencias entre sus dichos y la práctica de su gobierno. Todo ello es en parte cierto y en parte debatible. Sin embargo, muchos compartimos la idea de que sólo habrá desarrollo si nuestro país se hace más igualitario, que para ello debe elevarse la carga tributaria de forma sustancial y que el país necesita una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución de 1980. 
 
La propuesta contiene grandes virtudes, pero hay vacíos y dilemas que no son abordados. Mis comentarios y propuestas se concentran por ahora en la desigualdad y en cómo superarla. Partamos diciendo que ella se origina en cuatro grandes causas: la heterogeneidad estructural, la institucionalidad que consagra una asimetría de poder entre actores y agentes, el nivel y estructura tributaria, así como el carácter del Régimen de Bienestar que existe en Chile. Concuerdo plenamente con la visión de Ricardo Lagos sobre la reforma tributaria y el Pacto Fiscal, así que me comentaré las otras tres grandes causas. 
 
La primera de ellas es la heterogeneidad estructural de la economía chilena que se manifiesta en las brechas de productividad entre grandes y pequeñas empresas. El resultado es que 30 grandes empresas mineras y forestales concentran 2/3 de las exportaciones y tienen una posición dominante en las cadenas productivas exportadoras donde participan miles de pequeñas empresas subcontratistas. En este sentido resulta curioso que aún cuando la Concertación gobernó durante el período de mayor crecimiento en la historia de Chile, hubo resultados poco satisfactorios en cuando a diversificación exportadora, convergencia productiva entre grandes y pequeñas empresas, descentralización y desarrollo de nuevos sectores a partir de los clúster de recursos naturales. Para el pensamiento ortodoxo esto es un resultado “natural” del mercado, para mí esto refleja la escasa potencia que tuvieron las políticas de desarrollo productivo.
 
El texto dice poco al respecto. Más aún, parte del supuesto que los años venideros serán positivos por dos razones. Una, que China nos aseguraría un crecimiento mínimo de 4% anual, lo que resulta de extrapolar la última década hacia los próximos 20 años. Otra, que la red de tratados de libre comercio nos asegura un gran dinamismo exportador. Sobre esta base Lagos entiende el crecimiento está resuelto y lo que falta es hacerlo más igualitario y más sustentable.
 
Me temo que esto no sea así. Primero, es poco probable que en el futuro de China logre mantener el mismo crecimiento del período 1978-2010 y es preciso tener cuidado con expectativas demasiados optimistas respecto a su impacto en el crecimiento de Chile. Segundo, la tasa de crecimiento de la última década en Chile fue la mitad de la observada en los años noventa. Al mismo tiempo hubo una disminución del aumento de la productividad total de factores, lo que se debe –entre otras causas- a que el gasto en I+D es persistentemente bajo y representa sólo 0.4% del PIB, un nivel muy inferior al que exhiben los países desarrollados. Tercero, el cobre representó 53% de las exportaciones totales en los últimos cinco años, lo que ciertamente trae importantes beneficios fiscales y genera impactos positivos en el empleo y el producto, pero al mismo tiempo nos ocasiona –en conjunto con entradas masivas de capitales- pronunciados ciclos de apreciación cambiaria que restan competitividad al resto de la economía. 
 
A lo anterior se agrega que la red de tratados de libre comercio no asegura por sí misma exportaciones de mayor valor agregado. Por ejemplo, entre los años 2002-2010 las exportaciones de Chile a EEUU crecieron en 82%, pero según el US Censas Bureau en esos ocho años la participación del cobre y las frutas en las exportaciones totales aumentaron desde 40% a  52%. A pesar del TLC que abrió la economía norteamericana a una vasta gama de bienes y servicios, el índice de concentración de las exportaciones chilenas se elevó, lo que evidencia un déficit persistente de competitividad del resto de la economía. 
 
Lo que debemos tener claro es que no existirá desarrollo sin un avance sustancial en la calidad de nuestra estructura productiva. No da lo mismo exportar chips de manera que muebles de madera, como tampoco puede resultar indiferente que la producción nacional de bienes de capital sólo represente el 4% de la inversión en maquinaria y equipo. Para transitar a una matriz productiva más avanzada y diversificada se requiere una política de desarrollo productivo y tecnológica de gran escala, sustentada en instituciones fuertes, en bancos de desarrollo, en la planificación estratégica y en presupuestos plurianuales. El error que cometimos fue dejar que aquella ideología que sospecha de cualquier política industrial frenase el rol del Estado para impulsar el desarrollo productivo basado en la innovación. Esto no puede volver a ocurrir en el futuro. 
 
En este contexto siempre debemos proyectarnos al mundo. Ricardo Lagos hace bien en destacar que Chile tiene una vocación hacia el Pacífico, pero no hay que olvidar que también la tiene hacia América Latina. En la última década, esta región desplazó a Estados Unidos como socio comercial y constituye el principal mercado para nuestras exportaciones de mayor valor agregado, para nuestras inversiones y nuestros servicios. Por tanto no puede haber estrategia de desarrollo exportador sin una política exterior activa hacia la región a la cual pertenecemos.
 
La segunda causa de la desigualdad son las asimetrías institucionales que generan grandes desigualdades de poder, particularmente entre grupos económicos y grandes empresas respecto a trabajadores, pequeñas empresas y consumidores. Frente a ello Ricardo Lagos tiene propuestas que suscribo plenamente. Al lanzar la idea de Democracia 2.0, lo que está proponiendo es una segunda generación de reformas políticas democráticas, entre las que destaca la Asamblea Constituyente para reformar la Constitución de 1980. 
 
Sin embargo, me parece demasiado general la idea de “fortalecer el papel de los interlocutores sociales y su capacidad de negociación”. En mi opinión esto proviene de un dilema no resuelto. En la Concertación Democrática han convivido dos enfoques contrapuestos sobre el rol de los actores y movimientos sociales. Por un lado, un enfoque socialdemócrata-socialcristiano que, siguiendo la tradición de Europa Continental y de los países nórdicos, considera que la negociación equilibrada entre sindicatos y empresas es una condición indispensable para compatibilizar el crecimiento con el bienestar. Por otro lado, un enfoque liberal que, teniendo como referencia Inglaterra y EEUU, considera que la presencia de sindicatos fuertes reduce la flexibilidad necesaria del sistema productivo. Es evidente que el empate político en el parlamento ha fortalecido la segunda opción, sea por convicción, sea por realismo político. 
 
Necesitamos clarificar por cual camino se encaminará la Concertación Democrática. Coincido con Ricardo Lagos que el desarrollo sustentable sólo es posible con empleos dignos y trabajos decentes. Como lo sabemos, estas condiciones no las construye el mercado por sí mismo, sino que provienen de regulaciones e instituciones que son productos de un Pacto Nacional sobre el trabajo Decente. No puede ser que pretendamos un Chile más democrático, si olvidamos que detrás de las murallas de muchas empresas hay gestiones autoritarias combinadas con activas políticas que tienen como objetivo fragmentar y debilitar sindicatos. El país necesita un acuerdo nacional sobre empleo y trabajo decente.
 
La tercera causa de la desigualdad en Chile es el carácter del Régimen de Bienestar, que, si bien atenúa de manera significativa la distribución primaria del ingreso, también arrastra importantes brechas de calidad en educación, de expectativas de vida y de seguros frente al riesgo. Se trata de brechas que reproducen la desigualdad hacia el futuro.
 
Las chilenas y chilenos obtienen bienestar no sólo a través del Estado, sino también a través del mercado y las familias. Durante los años de la dictadura hubo una contracción del rol estatal en salud y educación, un aumento del gasto focalizado hacia la extrema pobreza y una reestructuración neoliberal que eliminó el principio de solidaridad para crear un sector privado que no sólo se financia mediante contribuciones sino que también a través de subsidios públicos. Entre 1990-2010 y con el retorno de la democracia, el rol del Estado se recuperó y el gasto público social per cápita se triplicó, permitiendo políticas sociales de un alcance desconocido hasta entonces. Más aún, se introdujeron grandes reformas progresistas tales como Chile Solidario, el Plan Auge en el sector salud y las Pensiones Solidarias. Por ello no es casualidad que en los últimos veinte años Chile haya escalado desde el octavo hasta el primer lugar en el IDH de América Latina. 
 
Sin embargo, desde hace principios de los años noventa que la Concertación Democrática debate el tipo de Régimen de Bienestar que Chile requiere. Por un lado, está el modelo liberal-anglosajón que supone alta flexibilidad laboral y sindicatos débiles, regímenes contributivos combinados con subsidios a la demanda u oferta, provisión privada de servicios sociales para las clases medias y provisión pública de servicios sociales focalizada hacia los sectores más pobres. Por otro lado, está el modelo socialdemócrata similar al de Europa continental y el de países nórdicos, que supone flexibilidad regulada y sindicatos fuertes, financiamiento basado mayormente en impuestos (aunque también contribuciones), así como provisión universal de servicios sociales para las clases medias y los sectores populares. Ambos modelos dan espacio para que los sectores de altos ingresos accedan a colegios, seguros y clínicas privadas.
 
Este clivaje tensiona transversalmente a la Concertación Democrática y se manifestó con toda fuerza en el debate sobre la Ley General de la Educación y la regulación de la educación particular subvencionada. En un contexto en que los recursos públicos destinados al gasto social han aumentando persistentemente durante dos décadas, no existe consenso si deben canalizarse para el fortalecimiento de la educación y la salud pública, o si debe orientarse hacia subsidios y transferencias corrientes hacia el sector privado sea mediante bonos Fonasa de libre elección, sea vía subsidios a la educación particular subvencionada.
 
Después de décadas de crítica neoliberal contra el modelo socialdemócrata de Régimen de Bienestar, el péndulo de la historia se desplaza ahora hacia un mayor rol del sector público. La experiencia chilena muestra que instituciones como Fonasa no eran tan ineficientes como se suponía y que en realidad fueron las Isapres las que entraron en crisis. Al mismo tiempo, se hicieron visibles las fallas de la educación particular subvencionada. En efecto, las pruebas SIMCE muestran que sus resultados, descontados por origen social, no son substancialmente diferentes a los de Escuelas Públicas. Más aún, la escasa regulación de este sector todavía permite prácticas de discriminatorias y generan una tendencia a la segmentación social con graves consecuencias para la equidad y la integración social. 
 
Un Régimen de Bienestar mercado-céntrico de baja regulación, donde el Estado subsidia colegios particulares subvencionados y clínicas privadas, sin destinar suficientes recursos a fortalecer los sistemas público de salud y educación, tenderá inevitablemente a proveer servicios de mala calidad para los más pobres, reproducirá la desigualdad en materia de calidad de educación, de expectativa de vida sana y de seguros frente a riesgos. Frente a este camino tortuoso que negará la identidad histórica básica de la Concertación Democrática, es preciso avanzar en el compromiso que Ricardo Lagos propone de universalizar derechos y garantías, planteando explícitamente que el Estado se compromete no sólo a reducir la pobreza sino también en reducir la desigualdad en el acceso al bienestar. Lo debe hacer principalmente mediante provisión pública directa de servicios sociales, cooperación público-privada y regulación exigente de los mercados subsidiados. 
 
(*) Alvaro Díaz fue Subsecretario de Economía del gobierno de Ricardo Lagos
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15 de agosto

¡Déjense de Leseras!
El crecimiento económico obedece a una lógica que produce un proceso de polarización en la distribución de las riquezas existentes. Siempre un grupo cada vez mas pequeño recibe una proporción mayor del crecimiento (concentración), y el grupo mayoritario recibe la parte menor (empobrecimiento). Esto matemáticamente conduce a un proceso en el cual la desigualdad aumenta. Lo político nacional solo puede optar por redistribuir riquezas respetando la lógica del crecimiento económico. En los hechos Chile logra ser hoy tres veces más rico que hace 21 años atrás. Pero la desigualdad entre los más pobres y los más ricos, siendo ya dramática, siguió aumentando.
Es innegable la capacidad de este modelo multiplicando la “prosperidad”. Pero también es innegable que esa prosperidad se distribuye siempre en forma desproporcionada. Esto no es un hecho menor. La paz social se vera cada vez mas perturbada a medida que este proceso de polarización siga aumentando y el sistema político no logre respuestas adecuadas.
Los datos empíricos no permiten duda. Hoy a nivel global el 10% de los adultos cuenta con el 85% de las riquezas. El 2% más rico posee más del 50% de las riquezas globales. En Chile no es diferente. Pero lo más importante es el hecho que este proceso seguirá creciendo.
Los tiempos que permitieron los “Estados de Bienestar Social” y con eso fuertes proyectos políticos socialdemócratas quedaron atrás. “Un pestañeo en la historia de la economía” dicen algunos. Hoy el desarrollo económico nacional esta cada vez mas entrelazado con una lógica global que no permite experimentos en lo económico. Los sistemas políticos totalizaron su ideología en lo económico. Se unen bajo la lógica del principal objetivo del desarrollo: Crecimiento Económico. Logrado eso, todo lo otro se resuelve como añadidura quieren hacer creer.
Déjense de discutir al margen de la realidad. Dejen de obedecer a la lógica del voto que solo persigue seguir gobernando sin ideas.
Hoy más que nunca se necesita trasparentar en todo sus aspectos el problema de la desigualdad económica creciente.
Seguir disfrazando este hecho es una irresponsabilidad política. Es lo que produce los movimientos sociales
Andrés Zöllner Sánchez

15 de agosto

Gracias por tu comentario, pero creo que estás equivocado. La relación entre crecimiento e igualdad no es matemática ni es directa, sino que está mediada por el grado de heterogeneidad productiva, por el grado de asimetría social que las instituciones generan y por el grado de universalidad del Régimen de Bienestar.

La experiencia histórica muestra que hay experiencias donde alto crecimiento se combinó con mejoras de la distribución del ingreso, lo que tiene que ver con los 3 factores arriba mencionados. Pero es evidente que en los capitalismos neoliberales el crecimiento e incluso la recesión profundiza las brechas entre ricos

Tu comentario exuda un fuerte pesimismo. Pareciera que no queda otra que «crecimiento cero». Frente a ello creo que la centro izquierda en Chile sí tiene opciones para construir programas más avanzados que en el pasado basados en estrategias de desarrollo, reformas a la institucionalidad y ampliación del Régen de Bienestar. Los estudiantes, como siempre, han abierto el camino. Saludos

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