Hoy estamos impactados frente a un conflicto de siglos, la mapuche, lucha que comuneros han llevado al extremo de la huelga de hambre, medida de presión que algunos justifican y otros rechazan por ser una medida de auto violencia que no lleva a ningún destino. Yo, la justifico, son años en que sus derechos han sido vulnerados, en que el estado chileno, los ha relegado a un inferior plano, tanto desde el punto de vista político, como social, cultural, etc. aplicándole además una ley totalmente fuera de lugar y peor aún, una ley que solo es aplicable a ellos como comunidad, en una lucha justa y válida. Hoy, pasados más de setenta días de huelga de hambre de los comuneros, en que hay riesgo de muerte, es necesario que el Estado de Chile, se haga un mea culpa, en todos los aspectos y de una vez por todas, reaccione rápido ante el acecho de la tragedia.
Mea culpa de parte de los políticos, que ostentan el poder para ejecutar y solucionar esta problemática. Mea culpa de parte de la Concertación que gobernó durante 20 años y no tomó las medidas necesarias para entregar políticas claras con respecto al conflicto, urgentes, que dieran solución a años de lucha, a eliminar una ley dictatorial, a darle prioridad a un tema que hoy, llegó un punto culmine para la sociedad chilena. Si bien, fue gestora de muchos proyectos tendientes a esto, que la oposición política de entonces, no quiso jamás apoyar, bien pudo haber insistido en sus planteamientos. Estaba en ellos, en sus principios de partidos, haber apoyado con mayor ahínco esta mancha negra de la historia de nuestro país para con sus pueblos originarios. Mea culpa de la derecha política, que no está en sus intenciones reconocer a los pueblos nativos, que vela mayormente por los terratenientes, en su mayoría extranjeros, que son los principales culpables del desplazamiento territorial de nuestros pueblos originarios. Y ello, con el amparo de la ley chilena. Derecha que hoy gobierna y que muestra una displicencia e indiferencia total y dolorosa, en el que solamente es válido culpar a sus antecesores y mostrarse como gobierno duro, que no acepta medidas de presión inválidas, basadas en aspectos políticos y lejos de entender la realidad de un pueblo que ha sido mancillado por cientos de años.
Y falta un mea culpa importante. El mío, el tuyo, el nuestro, el de los habitantes comunes de esta patria que no conoce ni entiende que es la cultura mapuche. No vacilamos en reconocer nuestra sangre mapuche cuando hablamos de las características del chileno. No vacilamos en llenarnos la boca con nuestros caciques famosos cuando nos nombran como país. Pero no conocemos absolutamente nada o muy poco de aquella sangre que nos recorre, de su historia, de sus costumbres, de su idioma, de sus tradiciones, de su cultura, de su música, de su amor a la tierra, de lo que representa para nuestra nación. La desconocemos , la ignoramos y lo que es peor, la desechamos, damos vuelta la cara porque insistimos en creernos los europeos, gringos, jaguares de una Latinoamérica que si estudiáramos, veríamos que sí reconocen en gran medida, la relevancia de sus orígenes, en la funcionalidad de los estados. Gran culpa la tiene la educación. No hemos sido capaces como país, de inculcar desde niños, la importancia de cuidar nuestros orígenes. Es mi mea culpa y es hora de empezar a dar vuelta la página y de una vez por todas, entender que tenemos esa sangre, pero no solo de la boca para afuera, sino que de una sangre que debe hacernos sentirnos orgullosos, que la sintamos recorriendo nuestro cuerpo y que gritemos con fuerza, “tengo sangre mapuche”. Pero con acción, no con palabras. Con sentimiento, no con falsedad. Con conocimiento, no por compromiso. Existe hoy, una oportunidad histórica para hacerlo.
Hoy, es urgente una solución rápida. Que nuestros compatriotas comuneros depongan la huelga, aunque solo lo harán cuando vean y sientan con certeza que: de una vez por todas, el Estado chileno, velará por sus asuntos, no de palabra, sino con contundencia histórica, devolviéndoles lo que es de ello, sus raíces, su tierra, sus tradiciones, su cultura, su convivencia, sus reivindicaciones. Que sientan que los amamos, reconocemos y sacamos pecho con orgullo de lo que son para mí, para ti, para todos. Sin importar ideologías políticas, sino como un solo pueblo unido, sin conflictos personales. Pero esto pasará, únicamente, cuando todos nosotros, logremos hacer nuestra aquella sangre, de corazón. Es la gran tarea pendiente. Y con todos los pueblos originarios de Chile, de norte a sur. Simplemente, porque somos ellos.
Mea Culpa. ¿Te unes?
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