#Bicentenario

Los pijes, la gente, los rotos y los dirigentes

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Hemos escuchado y leído hasta el hipo las palabras que desde las instituciones de la República se entrecruzan para pintar un bicentenario glorioso que parece hermanarnos a todos en una misma cueca; un rótulo como un paraguas gigante en el que todos somos un mismo latido histórico o, al menos, un mismo empeño, con una diversidad expresada siempre en términos políticamente correctos. 

La verdad debajo de la etiqueta es, como siempre, más compleja. El bicentenario no es ni unívoco ni igualitario. Ni siquiera es una fiesta que pueda ser compartida por todos y todas. Porque si “diversidad” es una palabra que suena bien y compromete poco, lo cierto es que las abismantes diferencias entre unos y otros sectores, entre unas personas y otras, nos hablan de una desigualdad que poco y nada tiene que ver con el giro progresista de lo diverso. 

Son días bipolares. Nos alegramos de que los mineros estén no sólo con vida, sino con un temple que sirve de ejemplo de entereza. Nos indignamos de que sus circunstancias hayan llegado hasta un punto tan crítico; de que los medios organicen su festín voyerista en torno a este hecho vergonzoso y nos recordamos a nosotros mismos que eso nos habla de un bicentenario escandalosamente dispar. Y mientras aplaudimos las bellas palabras surgidas de algún escritor de discursos de palacio, mientras analizamos con ojo crítico las encuestas, nos gana la angustia de ver la impasibilidad que ha caracterizado a las autoridades y a nosotros mismos como sociedad frente al tema mapuche. 
 
No: este nuevo centenario no nos ha hecho crecer a todos del mismo modo, ni este país ha sido igual de generoso con todos sus habitantes. 
 
Habrá algunos que vean el vaso medio lleno; conquistas democratizantes y redemocratizantes hemos tenido, y muchas. Habrá otros que estimen necesario señalar los vacíos; estamos lejos del país desarrollado y winner que en las ficciones de happy hour nos contamos. 
 
Pero una cosa es segura y es que, más allá del diagnóstico –bueno o malo – que tengamos de esta fecha, si hay una protagonista de esta historia tramposilla y llena de entrelíneas llamada Chile, esa ha sido la ciudadanía. 
 
Si hay algo que ha movido el derrotero de nuestro desarrollo, si hay una fuerza que nos ha impulsado verdadera y significativamente hacia adelante, ha sido la fuerza colectiva, los movimientos sociales, la humanidad sumada. 
 
Han querido enseñarnos que es el siglo de Alessandri y Pedro Aguirre Cerda, de Ibáñez y Frei Montalva, de Allende o Pinochet. 
 
La realidad es que ha sido el siglo de la cuestión social, de los mineros que lucharon y murieron en Iquique por conseguir mejores condiciones laborales; el siglo de los movimientos poblacionales y las tomas de terreno que pusieron en relieve ante el país completo el problema habitacional; el siglo de las mujeres sufragistas que terminaron con la odiosa exclusión democrática de la mitad del país. Ha sido el siglo de los movimientos sindicales, de las cooperativas, de las ollas comunes, de los familiares de los detenidos desaparecidos, de los "pingüinos" reclamando por la calidad de su educación. El siglo de las organizaciones formales e informales que han sumado fuerzas para obligar al Estado a transformar en acción política la ceguera. 
 
Ha sido la sociedad civil la que ha llevado la bandera de lo urgente, y ha sido ella la que ha obligado a las elites políticas a mirar lo que es más fácil soslayar. 
 
Ahora que comenzamos un nuevo centenario, ahora que tanto se habla de la abulia y la indiferencia, del individualismo a ultranza y de la soledad e impotencia del individuo posmoderno, conviene recordarlo. Porque si algo tuvo de bueno la reacción espontánea contra la construcción de la Termoeléctrica Barrancones, fue el enorme poder que volvió a mostrar la sociedad aunada. Y si algo tuvo de pésimo, fue la demostración de que las instituciones no funcionan igual para todos y que, con una sola llamada, el acervo institucional que hemos construido por años, puede irse al tarro de la basura. 
 
Ahora, como siempre, como en cada momento de la historia, es tiempo de la acción colectiva. Del control a las autoridades, de las nuevas demandas. Los símbolos oficiales con que se celebre el Bicentenario podrán gustarnos o no; pero lo que construye nación es la acción y el empuje tenaz y valiente de la ciudadanía. Porque la historia de Chile no es otra cosa que la historia de la gente. 
 
Las formas de participación han cambiado. Creemos que eso es una oportunidad. Hoy la sociedad exige explicaciones; hoy la información se propaga con una velocidad que ni siquiera osamos soñar antes. Más allá del monopolio de los canales informativos oficiales, se hace necesaria una apuesta por las posibilidades que nos ofrecen las redes sociales. Una apuesta movilizadora, que ofrezca nuevas plataformas a esa sociedad civil que debe tomar en sus manos la bandera de la inclusión en serio, el imperativo de la no discriminación –ni por razones étnicas ni sexuales ni geográficas –; en definitiva, la legítima intolerancia ante el abuso y el ninguneo a la dignidad humana.  
 
Hay señales importantes que son indicios de una ciudadanía más activa. Señales que es necesario profundizar. Tenemos una sociedad capaz de obligar a su Presidente a hablar de los mapuche. Una sociedad capaz de impedir vulneraciones monstruosas a su patrimonio ambiental. Una sociedad que obliga a que niños sin medicamento tengan respuesta. Una sociedad que prohíbe a un supermercado lucrar fuera de todo límite a costa de su capital humano. Una sociedad que repudia la violencia policial, que interpela a la iglesia cuando calla, que tiende la mano ante sus habitantes cuando una catástrofe los ha devastado. 
 
Esa es la sociedad que se abre camino, la que planta cara a la adversidad y logra lo que aisladamente es imposible. Es la sociedad que queremos construir, contra la indiferencia y contra el aletargamiento del zumbido conformista. 
 
Con esa sociedad está el poder transformador por el que apostamos y que queremos. El que hace que el Bicentenario no sea una consigna publicitaria más, sino la promesa de una nueva historia posible.
 
Equipo elquintopoder.cl
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Comentarios

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18 de septiembre

Se agradece el respiro de esperanza. Sin embargo, no creo que todo sea la realidad, en especial lo de que tengamos una ciudadanía más activa. Ojalá esté equivocado.

19 de septiembre

querido equipo: me ilusionan y llenan de esperanzas sus palabras, sin embargo, una vez que salgo de este sitio siento que manejo en contra del tráfico. Siento que somos una minoría, importante por cierto pero minoria la fin y al cabo. Mi precepción es que la ciudadania, el pueblo, no asume su reponsabilidad de constructores de la sociedad, que cada habitante tiene, que aún confunden las palabras discutir con pelear, pensar de manera difenrente con polemizar, amnesia con paz, justicia con venganza, perdón con impunidad. Creo que mientras estas palabras, tan elementales no se entiendan, se hace tremendamente dificil avanzar. Cierto es que no debemos darnos por vencidos, hay un mundo que cambiar, pero todo es leeento y eso duele en el cuerpo, en la mente y en el alma.
Un abrazo fraterno para todo el equipo del quintopoder

21 de septiembre

Despues de leer esta publicacion me dan ganas de creer, pero seguir viendo el poco interes de la gente en defender sus derechos o simplemente cuestionar lo que se lea o diga por tv. me lleva a pensar que pasaran muchos años antes de vivir en un pais sin diferencias donde en un mismo lugar puedan ser amigos y convivir sin envidias un rico un pobre un intelectual un soñador un anarquista etc. y no que cada uno tenga su propio sector para vivir espero hacer algo para dejarle a mis hijos una mejor nacion

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